¿Contra natura?

Escrito por el 8 de noviembre de 2022

“No tengo papá”, le dice Juan, que tiene cuatro años, a un compañero de clase. “¿Se ha muerto?”, le responde sorprendido. “No, no tengo, no hay”, replica el niño con tranquilidad. La escena la relata Marga H. Peces, su madre, para explicar que en su casa viven con naturalidad que ella críe sola a sus hijos. Quería ser madre y no tenía pareja, y con 39 años tomó la decisión. Hace dos meses que, con 47, dio a luz a su segunda niña. Cada vez más mujeres deciden dar el paso en solitario. La Sociedad Española de Fertilidad (SEF) confirma que los tratamientos de fecundación in vitro a mujeres sin pareja casi se han doblado en cinco años: del 4,4% del total en 2016 al 8% en 2020. Ya no son una excepción. Pese a que aún deban hacer frente a prejuicios, la situación nada tiene que ver con la de hace décadas. “Hace 50 años se veía fatal. Ahora nos dicen ‘te envidio”, afirma Marga. Adiós estigma. Son un modelo de familia más que reclama sus derechos y que se enfrenta a un elevado riesgo de pobreza al depender de un solo sueldo.

Una mañana de domingo, cinco mujeres —entre ellas Marga— se encuentran en un parque de la Comunidad de Madrid. Todas van con sus hijos —nueve en total, y eso que uno no ha querido ir—, todas los crían solas, todas los tuvieron mediante técnicas de reproducción asistida en clínicas privadas. Un solo tratamiento puede costar entre 1.500 y 12.000 euros, explican, pero cada proceso es un mundo. Algunos necesitan muchos intentos, otros funcionan a la primera. Ellas forman parte de la Asociación Madres Solteras por Elección (AMSPE), que nació hace 15 años con 22 socias fundadoras y que ahora agrupa a más de 2.700 en toda España.

En este tiempo, los tratamientos a mujeres solas se han multiplicado. En 2014, el Gobierno del PP excluyó a las mujeres sin pareja heterosexual de la posibilidad de realizar el proceso en el Sistema Público de Salud, aunque muchas comunidades siguieron ofertando esta opción. En 2021, el Ejecutivo de PSOE y Unidas Podemos aprobó una orden para que volviera a sufragarse en todo el país la reproducción asistida a todas las mujeres, siempre que tengan entre 18 y 40 años.

Pero muchas sobrepasan la edad y además hay largas listas de espera. Por eso recurren a la privada. Los datos de la SEF prueban que en apenas cinco años las fecundaciones in vitro a mujeres solas pasaron del 4,4% de los que se llevaban a cabo en el país en 2016 al 8% en 2020 (del total de 127.420). De hecho, en la SEF valoran que en 2020 “los tratamientos de fertilidad disminuyeron en general, pero los de las madres solas no”. Solo por poner un ejemplo, el Instituto Valenciano de Infertilidad, un centro privado con 30 clínicas por todo el país, apunta que los tratamientos de reproducción asistida a mujeres sin pareja (incluyendo inseminación artificial, fecundación in vitro y fecundación con óvulos donados) se han disparado: han pasado de poco más de 700 en 2007 a más de 6.000 el año pasado. Un crecimiento del 737% en 15 años.

En el parque, los críos se entretienen mirando las ranas de un estanque cercano, otros hacen la croqueta en el césped. Las cinco madres cuentan cinco historias que a ratos se parecen mucho. “Tenía unos 35 años y estaba sin pareja. O me ponía a tener hijos o me quedaba sin ellos. El cuerpo tiene un límite”, cuenta Eva María Bernal, que gestiona campañas de publicidad y que ahora tiene 55 años y tres hijos: quiso dar un hermano al mayor y llegaron mellizos. Ana Saiz (41), analista de calidad en una empresa de informática, afirma que siempre lo supo. “Si cuando llegara el momento no tenía pareja, lo haría sola. Cuando me vino el deseo de ser madre, ese que te arrastra de los pelos, dije: vamos”. Y fue. Ahora tiene dos niños. El mayor es uno de los que mira las ranas. La pequeña corretea de aquí para allá con su oso panda de peluche.

“Sigue siendo predominante el modelo familiar de pareja heterosexual con uno o dos hijos”, puntualiza Raquel Martínez Buján, profesora de Sociología de las Familias en la Universidad de A Coruña. Pero cada vez hay más diversidad. “Ha habido un cambio de valores muy importante en torno a la maternidad y las formas en las que establecemos relaciones íntimas y afectivas, cada vez más distanciadas del hecho reproductivo”, prosigue. “Las mujeres han decidido continuar con su trayectoria personal y laboral y disociarse de sus componentes reproductores como elemento fundamental de su existencia”. Se retrasa la edad a la que tener hijos y se piensa mucho mejor quién es la pareja adecuada para ello. Alazne Páramo, portavoz de la AMSPE, lo confirma: “Nuestro modelo es una maternidad muy reflexionada, por lo que no suelen ser mujeres muy jóvenes. La media de edad está entre 35 y 40 años”.

Siguen los prejuicios

Las cinco madres madrileñas hablan orgullosas de su historia, de sus niños, de sus familias. Cuentan, eso sí, que siguen enfrentándose a prejuicios. La mayoría de la gente da por hecho que están divorciadas. Muchos se atreven aún a opinar sobre cuántos hijos tienen, “menuda locura que sean dos”. Todas se quejan, y mucho, de la falta de apoyo institucional. Sara, la bebé de Marga, de apenas dos meses, podrá disfrutar de las 16 semanas del permiso de maternidad de su madre, pero no de las otras 16 semanas de las que dispone para su cuidado cualquier niño de un hogar con dos progenitores.

Los viudos o viudas con dos hijos son considerados familias numerosas, pero las madres solas con dos niños no lo son. Puede haber más de mil euros de diferencia entre las desgravaciones fiscales de un hogar biparental y otro monoparental, se cuantifica en un informe de la AMSPE. La lista es larga y la van enumerando entre todas. Al final, Pilar H. Peces, hermana de Marga que también cría sola a dos hijas, lo resume: “¿Cómo te apañas? Pagando. ¿Cómo concilias? Pagando”. Con un solo sueldo.


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