¿De qué igualdad hablamos?

Escrito por el 1 de abril de 2022

Cuenta Ibone Olza en su último libro «Palabra de madre. El poder de la maternidad» (Vergara) que tras tener a su primer hijo empezó a percibir que «ya no era tan libre ni era igual de bien recibida en todas partes». De hecho, esta médico especialista en psiquiatría infantil, juvenil y perinatal recuerda que cuando se plantó, hace más de 20 años, con su primer bebé lactante en una reunión de trabajo, sintió mucho rechazo.

«Yo pensaba que mis compañeros de trabajo se alegrarían de verme y conocer a mi bebé. Y así fue en algunos casos -relata-. Pero para mi sorpresa recibí unas cuantas miradas de extrañezas y hostilidad, y un comentario bastante duro y desagradable de quien por aquel era entonces mi jefe».

De hecho, el tutor de residentes de psiquiatría le preguntó «¿No puedes abortar?» cuando le informó de su estado. Todo ello fue el preámbulo de lo que vendría después y que acabaría con su renuncia al hospital. «He tardado años en comprender que no es tanto una guerra contra las mujeres en general, sino contra las madres en particular», asegura en su obra más íntima y personal como madre, profesional sanitaria y activista de referencia en España que defiende a la mujer frente a la misoginia médica y los derechos de los bebés.

El libro arranca con unas reflexiones muy potentes. Tras los años, las madres se cuestionan: «¿He sido buena madre?». Y automáticamente dicen «no» pero «las demás sí». ¿Qué curioso? ¿Por qué pasa esto?

Creo que las madres vivimos esta especie de conflicto casi siempre: entre lo que queremos para nuestros hijos y lo difícil que en realidad es cuidarlos y protegerlos. Está ahí sembrado el terreno para la culpa entre lo que nos pide el cuerpo y lo que nos dice la sociedad que tenemos que hacer. La culpa materna es universal, todas las madres la sentimos, y es injusta.

¿Durante cuanto tiempo acompaña la culpa a las madres?

A mi me gustaría ayudar con este libro a que nos la quitemos porque es injusta y exagerada. Ahí es importante que nos hagamos de espejo las unas a las otras. Entre nosotras tenemos que decirnos lo que hacemos y lo que hacemos bien y lo difícil que es.

Habla también de una desvalorización progresiva de la maternidad: «Lo que está pasando es tan tremendo y grave que siento la urgencia de nombrarlo así para cambiarlo. Todavía estamos lejos de entender como sociedad que, si queremos avanzar hacia un mundo más justo e igualitario, es imprescindible darle otro lugar a la maternidad y a las madres, poniendo en el centro las necesidades de la diada madres y bebe». ¿Tan mal se les trata?

Yo creo que sí porque es muy importante ese momento y el cómo recibimos a los que vienen. La llegada al mundo, el parto, el embarazo, los primeros años de la crianza… Ahí, el papel de la madre es vital y es muy importante que estemos presentes y bien. Pero realmente creo que la sociedad cada vez se lo está poniendo más difícil a las madres. Parece que somos intercambiables o que no pasa nada por no estar presentes. Y sí que pasa. Se juegan muchas cosas en los mil primeros días de vida.

Algo se habrá avanzado, ¿no?

Se necesitan muchas más medidas y mucha más flexibilidad a todos los niveles. Yo soy partidaria de que cada madre se organice como quiera. Creo que habría que tener permisos remunerados durante el embarazo, porque gestar es un trabajo y hay que llegar muy bien al parto, habría que cuidar mucho más los espacios comunes, que las madres sean bienvenidas en todas partes. También es fundamental preguntar a las madres cómo están porque en el posparto necesitan cuidados profesionales y muchas ni lo encuentran y nadie les pregunta.«El papel de la madre es vital y es muy importante que estemos presentes y bien. Pero realmente creo que la sociedad cada vez se lo está poniendo más difícil a las madres. Parece que somos intercambiables o que no pasa nada por no estar presentes. Y sí que pasa. Se juegan muchas cosas en los mil primeros días de vida».

Cuenta su experiencia con tus tres embarazos y sus tres cesáreas. También habla del trato que recibió por parte de sanitarios y compañeros, de sus comentarios despectivos que recibió cuando anunció que estabas embarazada o de los comentarios despectivos que ha escuchado por parte de profesionales en torno a la lactancia. Habla también, como profesional, de cómo el sistema de salud no se ha ocupado de las madres. ¿En qué ha fallado el sistema sanitario?

Yo viví la contradicción como médica y madre. Me empezó a chirriar mucho cómo se nos trata a las madres en medicina y en psiquiatría: histéricas, pesadas, no se nos escucha… Cuando son las que más información clínica pueden aportar. A las madres se nos ha culpado de muchas cosas y no puede ser. Hay que cambiarlo. Los profesionales sanitarios muchas veces no hemos tratado bien a las madres por falta de recursos, también. Aun así, se ha mejorado bastante la atención al parto y nacimiento pero con la pandemia ha habido un retroceso enorme y toca volver a reconquistar cosas que ya deberían estar asumidas. Yo insisto: mientras no mejoremos las condiciones de las profesionales en atención al parto y nacimiento, queda mucho por hacer.

Cuando trabajaba en el hospital, vio cómo recién nacidos eran separados de sus madres sin razón. Habla de nacimientos traumáticos. Y esta separación la hemos vivido con el Covid-19. ¿Cómo afecta esto a la madre y al bebé?

En el embarazo, nuestro cerebro se transforma para al final poder estar preparadas para ponernos en la piel del bebé. Ser perfecciona la empatía. El bebé cuando llega al mundo lo hace enamorado de su madre a pesar de que el parto es un evento muy intenso a nivel psicológico y neurobiológico. Cuando nace, el bebé sólo espera estar pegado a su madre los primeros meses de vida. Además, las primeras horas tienen un efecto muy importante y todo se queda grabado en él.

Las madres que han sido separados de sus bebés al nacer nos cuentan lo dolorosas que han sido esas primas horas y lo que les ha costado reconectar. Y eso tiene una razón biológica. Por eso es muy importante defender que madre y bebé siguen siendo una misma unidad tiempo después del parto, de ahí el concepto de diada, y necesitan estar juntos. Hay que cuidarlo porque está en juego el inicio de la capacidad de amar. Todos los recién nacidos esperan el encuentro con una madre presente, amorosa y que esté bien. Esto debería ser el principio de todos los cuidados.

¿Y se siguen separando a madres y bebés?

Sí y la mayoría por causas no justificadas. A El Parto es Nuestro nos siguen llegando peticiones de ayuda en este sentido. Me temo que queda muchísimo aún.«Me empezó a chirriar mucho cómo se nos trata a las madres en medicina y en psiquiatría: histéricas, pesadas, no se nos escucha… Cuando son las que más información clínica pueden aportar. A las madres se nos ha culpado de muchas cosas y no puede ser. Hay que cambiarlo»

«Lo traumático no es lo malo, doloroso o trágico que nos acontece, sino la falta de acompañamiento y consuelo cuando algo así nos sucede», escribe. Esto es algo que, en este caso, vemos en el mundo maternidad, pero nos ha afectado a todos con el coronavirus ¿no?

Ha sido muy traumático que tanta gente haya muerto sola. Y puede que al principio estuviera justificado, pero no después. Mi reflexión es que esto tiene que ver con el patriarcado que, para mi, tiene que ver con una especie de ruptura de los vínculos amorosos, de la vida, igual que a los médicos se nos ha dicho que no teníamos que ser tan cariñosos, ni implicarnos tanto ni ser tan empáticos. Yo he aprendido mucho de padres y madres que han vivido cosas terribles, incluso la pérdida de un bebé. Y si los profesionales han sido empáticos, cariñosos, han ofrecido consuelo, se han permitido llorar o abrazar, eso no es siempre traumático. Hay madres que han perdido a sus bebés en el parto y no lo ha sido. Y han podido transitar eso con dolor y pena pero acompañadas. El trauma tiene que ver con la falta de consuelo. Tiene que ver con que te esté pasando algo terrible y estés sola e indefensa. Eso es lo traumático. Por eso, el acompañamiento debería ser algo absoluto en todos los procesos humanos.

¿Qué es ser una madre patriarcal?

Es seguir el mandato del patriarcado, es decir, de romper un poco ese vínculo y seguir directrices tipo «déjale llorar», «que no se acostumbre a los brazos», «cuanto antes vaya a la guardería mejor»…. Es esa idea de que no hay que enmadrarse cuando es justo al revés porque los recién nacidos son extremadamente dependientes y para que sean independientes hay que cubrir sus necesidades sobre todo al inicio de la vida. Para mi ser madre patriarcal tiene que ver con el conflicto que sufrimos entre estos mensajes de desatender, dejar llorar al bebé… cuando el cuerpo te pide abrazar, consolar y estar ahí.

Habla de la neurobiología del apego, del parto y lactancia a pesar de que nuestra cultura -dice- nos invita a lo contrario: nos desconecta, nos separa, nos anima a no seguir nuestro instinto. ¿Podría explicarlo?

Me parece fascinante que haya un programa en nuestra biología como mamíferas que somos. Si una loba o leona, cuando más peligrosa es, es nada más parir si le separa de su cría, probablemente nosotras también. Pero si nos separan de nuestra criatura y no matamos a nadie es porque pensamos que es por su bien. Sin embargo, esa reacción biológica probablemente también esté en nuestro cerebro pero la volcamos en forma de culpa.

En este sentido, tiene mucho que ver la lactancia: lo que ha provisto la naturaleza es que esa relación sea gozosa y placentera para las dos partes. Por tanto, a la hora de hablar de ello hay que hacerlo desde ahí: es buena para la salud, sí, pero debe ser una relación bonita entre madre y bebé, no un sacrificio, un esfuerzo más difícil aún. Por eso hay que respetar a las que no quieren o no puedan amamantar. Hay que fomentar que la relación entre madre y bebé sea igual de bonita se dé o no el pecho.«Ser madre patriarcal tiene que ver con el conflicto que sufrimos entre estos mensajes de desatender, dejar llorar al bebé… cuando el cuerpo te pide abrazar, consolar y estar ahí»

Cuenta que hay padres que no rivalizan con sus hijos por la atención de sus parejas tras las llegada del bebé. Y echa en falta referentes masculinos saludables de la paternidad.

Es importante decir que no es lo mismo ser padre que ser madre. El padre es muy importante sí, pero desde mi punto de vista, su papel es más tardío en la crianza. De hecho, para un recién nacido no es lo mismo: él necesita a su madre y necesita del cuerpo de la madre. El papel del padre, por tanto, es sostener esa diada madre-bebé, entenderla, potegerla y cuidarla. Probablemente el papel del padre adquiera más importancia más adelante. Y entender todo esto también ayuda a llevar mejor el posparto.

Precisamente también hablas de la sexualidad de la pareja tras la llegada de un bebé. Y cómo la lactancia tiene mucho que ver.

Es importarte que los padres entiendan que la lactancia es de las mejores cosas que pueden tener sus hijos. Y a veces se ha transmitido una visión de la sexualidad adulta muy centrada en el coito, como si fuera lo más importante. El posparto y el puerperio es un tiempo lento para las caricias, los cuidados… y muchos padres se están permitiendo ver a sus parejas disfrutar de sus criaturas, de la lactancia, sin reclamar una vuelta a la sexualidad previa del embarazo que va a tardar mucho en volver. La lactancia es parte de nuestra vida sexual y requiere de una energía enorme.


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