Depresión: La pandemia silenciosa en la actualidad

Escrito por el 1 de diciembre de 2023

¿Puede un cristiano sentirse deprimido? ¿Es pecado la depresión? ¿Por qué esta moderna plaga emocional afecta a tantas personas, incluidos creyentes consagrados y maduros en la fe? ¿No es Cristo el mejor médico y la oración la mejor terapia?

Estas preguntas, muy frecuentes, reflejan la inquietud de bastantes creyentes. Para ellos es difícil entender cómo una persona con fe en Cristo puede atravesar tiempos de depresión, agotamiento o sequía espiritual.

Se les hace difícil conciliar la exhortación de Pablo «estad siempre gozosos» con la realidad de hombres y mujeres de fe sufriendo una depresión.

Para empezar, es difícil encontrar en toda la Biblia un solo personaje que no haya atravesado la angostura del valle o la oscuridad del túnel. Unas veces fue en forma de depresión (Elías en 1 R. 19:1-18; Jeremías, ver Jer. 20). Otras veces en forma de duda (Habacuc, Juan el Bautista); casi siempre con profundas experiencias de soledad y frustración (David, Pablo).

Al descubrir esta larga lista de héroes de la fe pasando por duras pruebas emocionales, nuestros ojos se abren a una conclusión realista: estos hombres y mujeres fueron gigantes en la fe, sí, pero también hombres de carne y hueso «sujetos a pasiones (sufrimientos) semejantes a las nuestras» (Stg. 5:17).

Y ello es así porque Dios, en su soberanía misteriosa, se vale de vasos de barro y no de oro, vasijas frágiles, por cuanto «el poder de Dios se perfecciona en la debilidad… porque cuando soy débil, entonces soy fuerte» (2 Co. 12:9-10).

Síntomas de la depresión

Los síntomas más habituales que suelen experimentar las personas con depresión están relacionados con alteraciones de su estado de ánimo, de la motivación, psicofisiológicas y de sus funciones cognitivas:

Alteraciones en el estado de ánimo
  • Tristeza patológica: un estado de tristeza especialmente intenso y difícil de mejorar.
  • Irritabilidad.
  • Falta de emociones o dificultad para sentirlas.
Alteraciones de la motivación
  • Apatía: menos ganas de hacer cosas, incluso las que antes sí nos apetecía hacer.
  • Anhedonia:
    • Dificultad para disfrutar de las cosas.
    • Disminución del interés por cultivar aficiones.
    • Tendencia a abandonar fuentes de placer.
  • Reducción de las relaciones interpersonales, o deterioro de estas.
  • Inhibición psicomotriz, con enlentecimiento motor (moverse más despacio, como si se estuviese cansado).
Alteraciones psicofisiológicas
  • Alteración del patrón de sueño, con insomnio o todo lo contrario (hipersomnia).
  • Alteración del apetito, por exceso o por defecto.
  • Fatiga
  • Deterioro de las relaciones sexuales
  • Malestar general con somatizaciones, como alteraciones gastrointestinales, dolor crónico o afectaciones dermatológicas, entre otras.
Alteración de las funciones cognitivas
  • Memoria: es frecuente tener olvidos.
  • Atención y capacidad de concentración: es típico no poder concentrarse en la lectura de un libro, viendo una película o en una conversación por tener la sensación de estar “con la cabeza en otro sitio”.
  • Pensamientos negativos: acudir de manera recurrente a pensamientos relacionados con la inutilidad, la sensación de indefensión, la culpa, la ruina, incluso la muerte y el suicidio.
  • Distorsiones cognitivas: pensamientos exagerados acerca de cómo el paciente ve su situación actual que pueden estar combinados con ideas pesimistas y desesperanza.

  • Fuente Noticia: Jansen Contigo.

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