Edificando sobre la roca

Escrito por el 3 de noviembre de 2021

El evangelio según Mateo, registra la historia de dos hombres que necesitan construir sus casas, uno de los hombres en esta historia construye su casa sobre arena lo cual resultó siendo una mala decisión, ya que la arena no es un fundamento sólido, pero el otro hombre decidió construir su casa sobre una roca.

A primera vista, estos hombres pueden parecer muy diferentes pero tienen varias cosas en común: lo primero es que ambos querían construir sus casas y lo segundo es que la tormenta vino para los dos.

Las casas en esta parábola, representan la vida y, tú y yo al igual que estos hombres, estamos edificando nuestras vidas. La tormenta vino para ambos y de la misma manera, por mucho que intentemos hacer las cosas de manera íntegra y evitar la dificultad, por el mero hecho de vivir en un mundo caído, habrá tormentas en nuestras vidas que traerán consigo dificultades, dolores y pérdidas.

Lo importante, es que cuando vengan esas tormentas, podamos estar firmes con la cabeza en alto y con los pies anclados. En esta parábola, aunque vino la tormenta, el hombre que construyó sobre la roca no tuvo nada que temer.

¿Cuál es la roca sobre la que construyó el hombre prudente? La clave está en el versículo 24 del capítulo 7 de Mateo. El pasaje da por hecho que ambos hombres escucharon las palabras de Jesús, la diferencia es, qué hizo el hombre prudente con estas palabras. ¿Qué nos dice esto a nosotros? Que el secreto para edificar una vida firme e inamovible no está solamente en asistir a una congregación y escuchar un buen sermón, ni siquiera está en que leamos de manera diaria la Palabra.

Al fin y al cabo ambos hombres habían escuchado lo que dijo Jesús. La clave está, en qué vamos a hacer con estas palabras que escuchamos y leemos. ¿Cómo vamos a tomar decisiones en nuestra vida para edificar sobre ellas?

Isaías, nos habla acerca de cuál debería ser nuestra actitud ante la Palabra de Dios. No sé tú, pero yo he sido culpable, de leer por encima las palabras de Jesús más de una vez, sin dejar que afecten mi comportamiento y sin permitir que echen raíz en mí, pero la actitud correcta debería de ser: detenernos, temblar con reverencia ante su Palabra y dejar que forje nuestro caminar diario.


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