Es urgente orientarse
Escrito por Daniel Valuja el 30 de septiembre de 2022
El 1 de septiembre de 1983, el vuelo 007 de Korean Air despegó a la una de la tarde del aeropuerto de Anchorage en Alaska (EE UU), en su ruta de Nueva York a Seúl (Corea del Sur). En su interior viajaban 246 pasajeros y 23 tripulantes de cabina.
El comandante fijó el piloto automático en marcación magnética constante, pero con un error que desvió la aeronave más al norte sobrevolando la península de Kamchatka, cruzando el frío mar de Ojotsk sobre la isla Sajalín y enfilando directo hacia la base de la flota soviética en el Pacífico, Vladivostok. Ignorando su situación, el piloto se sorprendió al ver que de repente un caza cortaba su rumbo y se situaba justo al lado de la cabina.
Todavía quedaban seis años para el colapso de la Unión Soviética, y la Guerra Fría pasaba por uno de sus momentos más tensos. El mando soviético había enviado dos cazas Su-15 y dos Mig-23 para interceptar el avión coreano. “Pude ver dos filas de ventanas, que estaban iluminadas”, dijo el piloto soviético, el coronel Gennadi Osipovitch, en una entrevista de 1998 con CNN. “Me preguntaba si era un avión civil. Los aviones militares de carga no tienen esas ventanas. Me pregunté qué tipo de avión sería, pero no tuve tiempo de pensar. Tenía un trabajo que hacer. Empecé a señalarle [al piloto] en código internacional. Le informé que había violado nuestro espacio aéreo. Él no respondió”. Dos misiles destrozaron el avión comercial enviando los restos de su carcasa al agua helada. Todos los pasajeros y tripulantes murieron en el acto. La tragedia conmovió al mundo y tensó las ya de por sí difíciles relaciones entre EE UU y la Unión Soviética —en el vuelo 007 KA viajaba un congresista norteamericano—.
Como consecuencia, el presidente estadounidense Ronald Reagan, para evitar tragedias semejantes en el futuro, tomó una decisión que cambió el mundo tal y como lo conocemos. Puso a disposición del público, y de forma gratuita, una tecnología militar que había dado la ventaja estratégica a los americanos hasta la fecha: el GPS. Con este sistema de navegación el vuelo 007 KL hubiese llegado a Seúl sin desviarse de su ruta.
Un sistema de posicionamiento mundial que, curiosamente, se gestó con otra acción soviética: el lanzamiento del satélite Sputnik en 1957. Los investigadores del MIT (Instituto de Tecnología de Massachusetts) advirtieron que la frecuencia de captación de los pitidos emitidos por el satélite ruso decrecían según se iba alejando este (por el efecto Doppler), y que este fenómeno podría utilizarse para determinar la ubicación, velocidad, ruta y elevación de cualquier vehículo sobre la superficie terrestre. En 1959, la armada estadounidense ya disponía de su sistema Transit, el precursor del GPS.

¿Qué es el GPS?
La tecnología GPS mueve actualmente más de 85.000 millones de euros. Si mañana fallase, los bancos se desplomarían, la navegación comercial aérea, terrestre y marítima se paralizaría y las grandes cosechas de cereal no podrían ser recogidas. Es el reloj mundial con precisión atómica. Hasta el año 2000, la población civil no disponía de un GPS totalmente libre, pero hoy son los ojos de nuestra sociedad. Por ese motivo, tanto Rusia, con su sistema Glonass y la Unión Europea, con Galileo, disponen de sus propios sistemas de navegación por satélite.
El sistema GPS (Sistema de Posicionamiento Global) es mantenido por un pequeño retén de técnicos de la Fuerza Aérea estadounidense, conocido como Team Blackjack, que manejan 31 satélites desde la base Schriever, en Colorado. Los satélites dan dos vueltas a la tierra al día en órbitas fijadas, a una velocidad de 11.000 Kilómetros por hora y a 19.300 Kilómetros de altitud, y emiten señales las 24 horas que son captadas por los receptores GPS. A través de la trilateración (el receptor mide la distancia a cada uno de los satélites captados por la cantidad de tiempo), el dispositivo GPS puede informar al usuario de su situación exacta en el planeta. Cuántos más satélites capte el dispositivo, más fiable será su medición de la latitud, la longitud, la altitud, el tiempo y la velocidad en ruta.
Con la llegada de los móviles inteligentes y sus múltiples aplicaciones, este sistema se ha expandido de tal manera en el ocio, trabajo y aplicaciones móviles que simplemente se ha convertido en una rutina invisible. Apenas somos conscientes de su uso.