Falsificar la realidad

Escrito por el 21 de septiembre de 2023

La inteligencia artificial es una tecnología cuyos límites futuros son prácticamente impredecibles. En los últimos meses hemos naturalizado desarrollos que hasta hace muy poco eran imposibles de imaginar y que de forma súbita se han incorporado a nuestra vida cotidiana. ChatGPT ya ha transformado, forzosamente, la forma en la que generamos textos y la IA está procurando rendimientos en casi todas las industrias, también en el periodismo y la comunicación. Hace pocos días, las redes sociales viralizaron un recurso capaz de traducir en tiempo real cualquier vídeo, replicando el movimiento de los labios del hablante y recreando una dicción nativa en varios idiomas. El resultado es casi indiscernible de la realidad y desafía las fronteras idiomáticas que han existido hasta el momento.

No cabe duda de que el horizonte de posibilidades que abre la inteligencia artificial es esperanzador. Sin embargo, sería ingenuo no constatar los riegos evidentes que entraña un instrumento tan potente. La capacidad de replicar una realidad verosímil comenzó a hacerse posible en los primeros compases del metaverso, pero el impacto de nuevas aplicaciones está afectando ya al modo en que nos relacionamos en nuestra vida íntima y afectiva. ABC publica este domingo un reportaje que expone el alcance de una aplicación móvil que recrea una réplica humana con la que el usuario puede establecer una relación de amistad o incluso amorosa. Este precedente no es una anécdota ni una excepción. Ya se cuentan por millones los usuarios de aplicaciones que reproducen con un amplio margen de credibilidad el aspecto y la conducta de cualquier humano. No es sólo una recreación útil, sino que, a la vista de la velocidad a la que se despliega esta tecnología, en muy poco tiempo nos expondremos al peligro de construir una alternativa a la realidad que resulte atractiva para no pocas personas.

Las posibilidades que abre la inteligencia artificial son enormemente útiles, pero pueden acabar representando una amenaza para el modo en el que nos relacionamos con la realidad. Aspectos esenciales de la vida humana como el trato con los otros o el orden de los afectos están empezando a encontrar en la virtualidad una alternativa poderosísima que corre el riesgo de crear espacios de alienación perfecta. No es improbable que muy pronto haya quienes prefieran una realidad fingida o simulada antes que afrontar la realidad de su vida. Del mismo modo, en no mucho tiempo, imágenes o vídeos falsos serán indistinguibles de los registros de testimonios reales, lo que puede acabar teniendo consecuencias en el ámbito judicial y, por supuesto, en el manejo periodístico de la información veraz.

La imagen de cualquier persona es susceptible de ser ya alterada o manipulada, algo que potencialmente puede generar daños irreversibles en cuestiones como el honor, la presunción de inocencia o la reputación. El legislador siempre llegará tarde con respecto a una tecnología que adquiere una velocidad de desarrollo exponencial y que, prácticamente cada día, aumenta su capacidad. La inteligencia artificial no es una mera posibilidad futura, sino que constituye un presente que está comenzando a impactar de forma muchas veces imprevista sobre aspectos íntimos de nuestras biografías. La legislación será sólo uno de los instrumentos con los que podremos guiar este instrumento, pero hará falta invertir en recursos intelectuales, culturales e incluso espirituales para poder domeñar, o al menos orientar, una tecnología que puede acabar emancipándose de nuestro control. (Fuente Noticia: ABC)


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