Fe en tiempos difíciles

Escrito por el 5 de julio de 2023

Cuando vemos cómo otros sufren, o tal vez padecemos en carne propia, la tragedia del terrorismo, los desastres naturales, la crisis económica, y demás dificultades de la vida, tal vez sentimos que Dios nos ha olvidado, que estaba mirando hacia otra parte cuando algo malo sucedió, pero no es así. Dios no se desentiende ni nos abandona nunca, aunque a veces así nos lo parezca.

Si este mundo fuera todo lo que hay, entonces sí que podríamos enojarnos con Dios por no asegurarse de que la pasemos aquí de maravilla, pero no es así. Estamos en tránsito hacia nuestro hogar definitivo. Lo malo, como lo bueno que aquí vivamos, pasará. Eso no significa que debamos quedarnos de brazos cruzados. Hay que procurar desarrollar al máximo lo que somos y tenemos, y amar y ayudar a los demás, pero con la paz de saber que pasarla bien en este mundo no es nuestra meta final.

Son medios que nos ayudan a irnos desprendiendo de este mundo al que nos aferramos. Enfermarnos, que se enfermen y mueran nuestros seres queridos, nos ayuda a madurar, a crecer en compasión, en paciencia, a aprender a ver a los demás con un corazón capaz de conmoverse.  También cabe mencionar que incontables obras de ayuda y asistencia social han surgido gracias a que una persona aprovechó su experiencia de dolor para hacer un bien a quienes padecen lo mismo que ella padeció.

Jesús nos salvó a través de Su sufrimiento y muerte, si unimos nuestros sufrimientos al Suyo, adquieren sentido redentor, podemos aprovecharlos para ofrecérselos por Su amor, para bien de los demás y por nuestra propia santificación.


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