Guardaos de los falsos profetas y falsos pastores

Escrito por el 24 de marzo de 2023

Un falso profeta es una persona que difunde falsas enseñanzas o mensajes mientras dice hablar la Palabra de Dios. En la Biblia, los falsos profetas también hablaban en nombre de falsos dioses. Los falsos profetas ejercían su función profética de forma ilegítima o con el propósito de engañar. La Biblia denuncia a los falsos profetas por llevar a la gente por el mal camino.

En el Antiguo Testamento no aparece el término falso profeta, pero las referencias a los falsos profetas son evidentes y abundantes. En el libro de Jeremías, encontramos una clara descripción de los falsos profetas: «Me dijo entonces el Señor: Falsamente profetizan los profetas en mi nombre; no los envié, ni les mandé, ni les hablé; visión mentirosa, adivinación, vanidad y engaño de su corazón os profetizan» (Jeremías 14:14; ver también 23:21-33; Zacarías 10:2).

La principal diferencia entre hombres como Jeremías -un verdadero profeta de Dios- y los falsos profetas era su fuente de información. En vez de hablar la Palabra del Señor, los falsos profetas entregaban mensajes que se originaban en sus propios corazones y mentes: «Así ha dicho el Señor de los ejércitos: No escuchéis las palabras de los profetas que os profetizan; os alimentan con vanas esperanzas; hablan visión de su propio corazón, no de la boca del Señor» (Jeremías 23:16; ver también 14:14; 23:25-32; Ezequiel 13:1-7). Dios se distancia de todos los falsos profetas: «No envié yo aquellos profetas, pero ellos corrían; yo no les hablé, mas ellos profetizaban.» (Jeremías 23:21).

Otra diferencia entre los verdaderos profetas y los falsos profetas en la Biblia es la motivación. Los verdaderos profetas están motivados por la lealtad a Dios por encima de todo, mientras que los falsos profetas están motivados por el interés propio y el deseo de ser populares entre la gente (1 Reyes 22:13-14). Cuando Jeremías anunció la cruda realidad de la desolación de Jerusalén (Jeremías 4), los falsos profetas prometieron la paz (Jeremías 6:14; 8:11). Naturalmente, el pueblo de Judá prefirió los mensajes agradables de los falsos profetas: «No nos profeticéis lo recto, decidnos cosas halagüeñas, profetizad mentiras» (Isaías 30:10).

Con frecuencia, los falsos profetas eran contratados a cambio de un pago o pronunciaban sus mensajes para obtener un beneficio económico: «Sus jefes juzgan por cohecho, y sus sacerdotes enseñan por precio, y sus profetas adivinan por dinero; y se apoyan en el Señor, diciendo: ¿No está el Señor entre nosotros? No vendrá mal sobre nosotros» (Miqueas 3:11; ver también Nehemías 6:12-13; Jeremías 6:13-14; Ezequiel 13:19; 2 Pedro 2:1-3).

Israel no siempre pudo discernir la diferencia entre un verdadero y un falso profeta. En 1 Reyes 22, el rey Josafat de Judá buscó el consejo del Señor antes de que él y el rey Acab de Israel se embarcaran en su misión de retomar la ciudad de Ramot en Galaad. Josafat escuchó las predicciones de victoria de los 400 consejeros de Acab, pero sospechó que estos hombres eran falsos profetas que no tenían la mente del Señor. Las sospechas de Josafat eran correctas: eran los «hombres del sí» de Acab, falsos profetas que no se interesaban por comunicar la verdadera Palabra de Dios. Se limitaban a decir lo que el rey quería oír y a cobrar su salario del tesoro real.

Josafat preguntó si había otro profeta que pudiera dar una segunda opinión. Acab llamó al profeta Micaías, aunque de mala gana: «Lo aborrezco», se quejó Acab, «porque nunca me profetiza bien, sino solamente mal» (1 Reyes 22:8). Fiel a su estilo, Micaías profetizó que Acab moriría en la batalla e Israel quedaría «esparcido por los montes, como ovejas que no tienen pastor» (versículo 17). Micaías, cuyas palabras se cumplieron, demostró ser el verdadero profeta de Dios. Ninguno de los falsos profetas de la corte de Acab pudo mantener vivo al rey.

El castigo establecido para los falsos profetas en el Antiguo Testamento era severo: «El profeta que tuviere la presunción de hablar palabra en mi nombre, a quien yo no le haya mandado hablar, o que hablare en nombre de dioses ajenos, el tal profeta morirá» (Deuteronomio 18:20).

En el Nuevo Testamento, Jesús enseñó sobre los falsos profetas en su Sermón del Monte: «Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. 16 Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? 17 Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. 18 No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos» (Mateo 7:15-18).

Jesús continuó explicando las graves consecuencias de ser un falso profeta: «Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis. No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad». (Mateo 7:19-23).

La Biblia describe a los falsos profetas como adúlteros (Jeremías 23:14), traicioneros (Sofonías 3:4), borrachos (Isaías 28:7), malvados (Jeremías 23:11), mentirosos (Jeremías 14:14; 23:14) y relacionados con la adivinación y la brujería (Jeremías 14:14; Ezequiel 22:28; Hechos 13:6). Las Escrituras enseñan a los creyentes a ser diligentes en la fe y en la devoción a las enseñanzas de Cristo para que puedan detectar rápidamente a los falsos profetas y a los falsos maestros (2 Pedro 1:10; 1:19-2:1; 1 Juan 4:1). Afortunadamente, la Biblia presenta pruebas infalibles para reconocer a un falso profeta. La clave es saber cómo es un verdadero profeta:

• Las palabras de un verdadero profeta se cumplen (Deuteronomio 18:21-22; Jeremías 28:8-9).

• Las enseñanzas de un verdadero profeta son coherentes con las Escrituras (2 Pedro 1:20-21; Apocalipsis 22:18-19).

• Las enseñanzas de un verdadero profeta fomentarán un comportamiento correcto y proporcionarán un beneficio espiritual (Deuteronomio 13:1-4; Jeremías 23:13-14, 32; Ezequiel 13:17-23; 14:4-8; Lamentaciones 2:14).

• La vida de un verdadero profeta reflejará un llamado de Dios (Isaías 28:7; Jeremías 23:10-11, 14; 29:9; Sofonías 3:4; Mateo 7:15-20).

• Un verdadero profeta reconocerá a Jesucristo como Dios (1 Juan 4:1-6).


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