Este llamado a la reflexión me alertó acerca de algo que no era bueno, fundamentalmente para mí, porque sin desearlo, esa actitud me estaba alejando todos los días, un poco más del Eterno.
Pensando en esto, reparé que esos minutos que dedico a la lectura de la Palabra, son muy escasos con relación al que dedico, por ejemplo a otro tipo de lecturas.
Es decir, siempre tengo otras ocupaciones más urgentes, con lo que voy postergando lo que verdaderamente es importante para mi vida, como hijo de Dios.
Por estas razones, desde hoy he cambiado mis tiempos y ahora me he propuesto leer la Biblia, sin pensar en lo que tengo que hacer y en las complicaciones de cada día. Estar cerca del Señor es lo más importante para mí.