Longevidad asombrosa

Escrito por el 14 de abril de 2022

Incombustible a sus 96 años, la organista más importante de la historia de España y la más longeva del mundo, Montserrat Torrent, ha decidido celebrar el día de su cumpleaños -el Domingo de Resurrección- de la manera en la que se siente más feliz y vitalista: ofreciendo un concierto extraordinario en el órgano renacentista más antiguo del país, el de Garrovillas de Alconétar (Cáceres): «Mi mayor satisfacción sería tañer el órgano hasta mi último aliento. Soy feliz y, de momento, la salud me acompaña, así que solo la salud y Dios tienen potestad sobre mi retiro», confiesa a YO DONA.

La gran dama de la música de órgano ha posado sus mágicas manos en los más prestigiosos de todo el planeta (su favorito es el del Palacio Real de Madrid). Durante toda su trayectoria ha luchado por dignificar la profesión de organista y transmitir a muchas generaciones la belleza de los sonidos ‘celestiales’ que salen de este instrumento.

Así que solo puso una condición para actuar en este pueblo extremeño de menos de 2.000 habitantes: recibir idéntico caché que se abona de forma habitual al resto de organistas en esta localidad. Garrovillas de Alconétar tiene un extraordinario legado histórico musical, no solo por contar con este órgano catalogado como Bien de Interés Cultural, tanto su antigüedad -de aproximadamente 500 años- como por la calidad y peculiaridad de su sonido, sino porque también allí nació Domingo Marcos Durán (1465-1529), primer tratadista de música en castellano.

Por todo el mundo

Así que Montserrat Torrent (Barcelona, 1926) -que padece sordera- no se lo pensó dos veces. Allí celebraría su 96 aniversario, lo que la convertirá en la figura más longeva del mundo en esta especialidad. Ya es una de las más sobresalientes del mundo organístico, al contar con una dilatada trayectoria internacional que le ha llevado a actuar como solista en Europa, Estados Unidos, Canadá, norte de África o Latinoamérica, dentro de una actividad tradicionalmente reservada casi en exclusiva a varones.

Con disciplina luterana, cada día se sigue levantando a las cinco de la mañana para estudiar durante tres horas. Y aunque cuenta con tanto talento, de nada serviría sin disciplina y trabajo. Su especialidad, el órgano barroco, el rey de los instrumentos.

La música en la sangre

Premio Nacional de Música y Catedrática de Órgano de los Conservatorios Superiores de Música de Barcelona y Badalona, amplió sus estudios en París y en Siena. Sus problemas de sordera no solo no le han impedido seguir ejerciendo su vocación con maestría, sino que no piensa en retirarse: «A pesar de mi edad, no me he puesto ningún límite y ya estoy en conversaciones para un concierto en el Norte de Francia y el pasado verano estuve en Alemania», puntualiza. También ha cerrado conciertos para este verano en Solsonès (Lérida) o el Alt Empordá (Gerona).

Tiene inculcada en sus orígenes su incesante actividad concertista: «Desde mi más temprana niñez, la música era nuestro elemento espiritual del día a día, la llevo en la sangre desde antes de nacer, porque mi madre era pianista».

Así que mantiene intacta la motivación: «Disfrutar de la música me ha hecho feliz y, a la vez, gozar al observar las expresiones de satisfacción con que te premian los que asisten a mis conciertos. Prefiero ver una expresión a un saludo y un recuerdo frío», aclara cuando se le pregunta por las claves de seguir poniéndose delante de un órgano.

Las recompensas

En este sentido, la nonagenaria organista advierte: «No busco mi satisfacción personal en un concierto. Percibir que mi interpretación ha conmovido y comunicado con el público es lo que me llena, y si los asistentes van por curiosidad, sin ser melómanos, y adviertes en sus ojos vidriosos y expresiones faciales una plenitud y emoción, me reconforta, porque habré transmitido la sensibilidad del autor».

Durante años, compaginó la docencia con una incesante actividad concertista en Europa y América, y además grabó cerca de un centenar de producciones discográficas, alguna de ellas distinguida con premios internacionales. Es académica, doctora honoris causa y ha sido premiada con importantes reconocimientos de organismos internacionales: «A pesar del frenazo que supuso para todas las personas el Covid, mi día a día no se vio modificado, primero porque la enfermedad no hizo mella en mí y, segundo, porque seguí estudiando con el mismo rigor de siempre».

De hecho, apunta que en plena pandemia fue a Tordesillas para cumplir uno de sus sueños, «la integral de Francisco Correa de Arauxo, a pesar de la dureza que ha supuesto esta pandemia y tomando unas medidas sanitarias extremas, pero la música venció al virus».

Una pionera

En los años 60, Montserrat fue pionera de la renovación del mundo del órgano, seriamente afectado como consecuencia de la posguerra. Ser organista siendo mujer no le fue tarea nada fácil: «Mi madre fue alumna de Enrique Granados y nos educó e infundió a las cuatro hermanas conocimientos pianísticos. El olor de mi casa era de las interpretaciones de mi madre. Teníamos una ‘casa musical’, porque en cualquier momento el piano sonaba, y mi carrera comenzó siendo pianística, pero el azar de una circunstancia tan escabrosa como la Guerra Civil me llevó a conocer el órgano. Primero fue curiosidad, pero luego se cruzó Johann Sebastian Bach». En ese momento su vida cambió: «El respeto y la devoción se convirtieron en pasión, sentimiento y sensibilidad hacia el órgano».

La «incivilizada» Guerra Civil provocó que su familia tuviera que irse de Barcelona: «Después de muchas vicisitudes, recalamos en un pueblo de la provincia de Gerona, Santa Coloma de Farners. En la iglesia había un órgano romántico y me atreví a tocar algún nocturno de Chopin, pero no funcionó».

Sin embargo, recuerda, «en mi interior algo se desencadenó y se me ocurrió matricularme en un curso de órgano en el Conservatori Municipal de Barcelona, con la única pretensión de conocer más el instrumento, nunca sabré por qué tuve esa idea tan descabellada».

Allí tuvo como profesor al maestro Paul Frank, quien tras saber de su carrera pianística, le dijo que no la admitía «si había elegido el órgano como pasatiempo o curiosidad; entonces, hice un juramento de amor y perseverancia hacia un instrumento que me infundía más respeto que devoción, y pasados unos meses de ejercicios y más ejercicios toqué mi primer coral de J.S. Bach».

Y creó escuela para inspirar a nuevas generaciones de organistas, recuperar repertorios históricos inéditos que se habían perdido o restaurar órganos destruidos por la Guerra Civil. En definitiva, renovar la cultura del órgano que había entrado en decadencia. Por eso, ella, en sí misma, es ya historia, pero también presente.

La música como salvación

Por el sinuoso camino de toda una vida ha perdido a su marido y en estos momentos tiene a su hermana Nuria luchando contra la muerte: «El 4 de abril interpreté un concierto en la Catedral de Sevilla y ahora tengo el de Garrovillas de Alconétar. La música es la que me da vitalidad para afrontar todos los avatares que la vida nos va imponiendo. Estas circunstancias hacen aflorar en mí impulsos de rabia e impotencia que se traducen en una interpretación sentida y de respeto a los seres queridos»

Putin y la mezquindad

La señora, con mayúsculas, de la interpretación siente que, como sociedad, se ha perdido la oportunidad de haber sacado alguna lección de los problemas que ha acarreado la pandemia: «Confiaba en que dejaríamos de ser tan egoístas y que nos sensibilizaríamos de que en el mundo existen más personas y que necesitan de generosidad de nuestra parte, pero no se nota este sentimiento de solidaridad a ultranza», admite. Así que lamenta que «estamos recubiertos por una pátina tan dura que lo que no nos concierne a nosotros mismos no importa. La pandemia ya forma parte de nuestro baúl de los recuerdos, olvidado en la buhardilla».

Y, de repente, encima, Putin: «Tenemos otro episodio que nos va a sonrojar y a hacer ver que nuestros principios están por los suelos. Me refiero a ese dictador imperialista que es Putin y que Europa y el resto del mundo democrático no le saben parar los pies y campa por sus anchas por dónde quiere y desea. ¡Cuánta mezquindad!», se irrita.

A lo mejor, si el sátrapa ruso escuchara su música podría frenar: «Si una cosa genérica tiene la música es que a todo el mundo nos gusta, a veces sin saber por qué, pero ella está siempre con nosotros. No entiende de colores ni de ideologías. Tiene el poder de seducir, de hacernos sentir bien, de influir en nuestros sentimientos, pero no nos impide pensar democráticamente o dictatorialmente». Por eso, recuerda que «Nerón incendió Roma tañendo su arpa, Hitler y Wagner, Mussolini y el violín, etc. La música amansa a las fieras, pero siguen siendo fieras».

Política y cultura

Montserrat no rehúye ninguna reflexión, como el tratamiento de los políticos a la cultura («tendrían que empezar subvencionando la creatividad, donando para que hubiera más recintos en donde poder desarrollarla, porque es triste que se invierta más en hacer la guerra que en fomentar la cultura por doquier, porque nos humanizaría y todos saldríamos ganando…, todos tenemos una vocación y solo falta que la descubramos y la desarrollemos», confirma.

La suya, sin lugar a dudas, es el órgano hasta llegar a convertirse en la gran diva mundial de esta especialidad artística, aunque ella aún dude: «No sé si voy a dejar ningún legado a nadie. De lo que sí estoy convencida es que lo que he hecho lo he intentado hacer lo mejor posible que he sabido. Y si entra un hueco para mi recuerdo, que sea por y para la música», concluye, ofreciendo una hermosa lección de vida.

Un instrumento único

El órgano de Garrovillas de Alconétar (Cáceres), de origen renacentista, es el más antiguo actualmente en uso en España y está situado en el coro de la parroquia de Santa María de la Consolación.

Se trata de un instrumento cuya forma exterior recuerda a los primeros órganos góticos europeos de mediados del siglo XV, en los que la parte sonora también se cerraba con puertas.

En la citada parroquia se conserva un documento en el que se certifica, en 1578, la remuneración de 6.000 maravedíes anuales a favor del primer organista conocido, Francisco Díaz, que se mantuvo en el cargo hasta 1594.

Numerosos organistas de toda España han utilizado este instrumento en conciertos de música renacentista y ha sido visitado por maestros que han certificado el carácter singular de este instrumento.

La discográfica holandesa Brilliant Classics ha grabado dos discos con obras de Correa de Arauxo y de Sebastian Aguilera de Heredia, a cargo, respectivamente, del organista italiano Francesco Cera y de Miguel del Barco Díaz, que han divulgado el conocimiento y la reputación del órgano extremeño en los círculos musicales de Europa debido a su gran calidad, entre otras cosas porque estuvo en desuso durante mucho tiempo al quedar abandonado durante medio siglo, hasta su recuperación en la década de los 90.


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