Oración en conjunto
Escrito por webmaster el 23 de febrero de 2022
La oración en grupo es una parte importante de la vida de la iglesia, junto con la adoración, la sana doctrina, la comunión y el compañerismo. La iglesia primitiva se reunía regularmente para aprender la doctrina de los apóstoles, partir el pan y orar juntos (Hechos 2:42). Cuando oramos junto con otros creyentes, los efectos pueden ser muy positivos.
La oración en grupo nos edifica y unifica mientras compartimos nuestra misma fe. El mismo Espíritu Santo que habita dentro de cada creyente hace que nuestros corazones se regocijen mientras oímos las alabanzas a nuestro Señor y Salvador, entrelazándolos juntos en un lazo único de compañerismo que no encontramos en ningún otro lugar en la vida.
Para aquellos que pudieran estar solos y luchando con las cargas de la vida, el oír que otros los levantan hasta el trono de gracia, puede ser muy alentador. También nos edifica en el amor y cuidado por otros mientras intercedemos por ellos. Al mismo tiempo, la oración en grupo sólo será el reflejo de los corazones de los individuos que participan en ella. Venimos a Dios en humildad (Santiago 4:10), verdad (Salmo 145:18), obediencia (1 Juan 3:21-22), con agradecimiento (Filipenses 4:6) y confianza (Hebreos 4:16).
Tristemente, la oración en grupo también se puede convertir en una plataforma para aquellos que dirigen las palabras no a Dios, sino a sus oyentes. Jesús nos advirtió contra ese comportamiento en Mateo 6:5-8, donde Él nos exhorta a no ser protagónicos, a usar vana palabrería o hipócritas en nuestras oraciones, sino a orar secretamente en nuestros propios cuartos para evitar tal tentación.
No hay nada en la Escritura que sugiera que la oración grupal sea “más poderosa” que las oraciones individuales en el sentido de mover la mano de Dios. Es más, muchos cristianos comparan la oración con “obtener cosas de Dios” y los grupos de oración se convierten meramente en una ocasión para recitar una larga lista de peticiones. Las oraciones bíblicas, sin embargo, son multifacéticas, que involucran todo el deseo de entrar en una comunión consciente e íntima con nuestro santo, perfecto y justo Dios.
El que este Dios se incline a escuchar a Sus criaturas, provoca expresar alabanzas y adoración en abundancia (Salmo 27:4; 63:1-8), produce un sincero arrepentimiento y confesión (Salmo 51: Lucas 18:9-14), genera una efusividad de gozo y acción de gracias (Filipenses 4:6; Colosenses 1:12), y crea sinceros ruegos intercesores a favor de otros (2 Tesalonicenses 1:11; 2:16).
La oración entonces, es cooperar con Dios para que se cumpla Su plan, no para tratar de doblegarlo a Él a nuestra voluntad. Mientras vamos abandonando nuestros propios deseos en sumisión a Aquel que conoce nuestras circunstancias mucho más de lo que nosotros podemos, y que “sabe lo que necesitamos antes de pedirlo” (Mateo 6:8), nuestras oraciones alcanzan su más alto nivel. Por tanto, las oraciones ofrecidas en sumisión a la Divina voluntad, siempre son contestadas positivamente, ya sean ofrecidas por una persona o por mil.
La idea de que la oración en grupo es más efectiva para mover la mano de Dios, viene en gran parte de una mala interpretación de Mateo 18:19-20 “Otra vez os digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. Estos versículos vienen de un largo pasaje en el cual se indican los procedimientos a seguir en el caso de la disciplina de la iglesia a un miembro que ha pecado. El interpretarlos como prometer a los creyentes un cheque en blanco para cualquier cosa en la que acuerden pedir a Dios, sin importar cuán pecaminosa o tonta sea, no sólo no encaja en el contexto de la disciplina eclesiástica, sino que niega el resto de la Escritura, especialmente la soberanía de Dios.
Además, el creer que cuando “dos o tres están congregados” para orar, eleva alguna clase de poder mágico que es automáticamente aplicado a nuestras oraciones, no tiene ningún apoyo bíblico. Desde luego que Jesús está presente cuando dos o tres oran, pero Él está igualmente presente cuando un creyente ora a solas, aún si esa persona está separada de otros por miles de kilómetros. La oración en grupo es importante porque crea unidad (Juan 17:22-23), y es un aspecto clave para que los creyentes se animen unos a otros (1 Tesalonicenses) y se estimulen mutuamente al amor y a las buenas obras (Hebreos 10:24)