Retratos de Fayum
Escrito por webmaster el 24 de enero de 2022
Dicen que la cara es el espejo del alma. Las caras egipcias de El Fayum -que ahora se pueden ver en el Museo Arqueológico de Madrid-, no son sólo los retratos pintados más antiguos que existen, sino que sorprenden por la expresividad que les hace objeto de una muestra de PHotoEspaña sobre retrato y comunicación.
Fueron realizados por pintores griegos en el Egipto romanizado -entre los siglos I y IV después de Cristo- en tablas y lienzos que cubrían la parte del rostro de las momias. Su objeto era retratar lo más posible al muerto, para que Anubis pudiera identificarlo, y conducirlo al reino de Osiris.
John Berger dedicó a estas obras uno de sus textos más famosos, que relacionaba con las inmigraciones contemporáneas. Por eso la exposición incluye un video del albanés Adrian Paci sobre emigrantes sin papeles, que esperan su deportación en un avión todavía ausente, en el aeropuerto de San Francisco el año 2007. La unión de estos dos mundos se debe al crítico de arte inglés, en su libro El tamaño de una bolsa. Berger se pregunta cómo unos retratos, hechos ′mientras se escribieron los Evangelios del Nuevo Testamento, nos sorprenden hoy como tan inmediatos′.
Están pintados sobre madera -a menudo de tilo, algunos sobre lino-. A escala, son más pequeños que a tamaño real. Bastantes están hechos a témpera. El color está mezclado con cera de abeja. Se pueden ver todavía los brochazos y las marcas de la cuchilla que usaban para rascar el pigmento, sobre una superficie oscura.
Los encontraron en El Fayum, una llanura que hay a sesenta kilómetros al suroeste de El Cairo, donde hay una necrópolis construida durante los primeros dos siglos del cristianismo. El siglo XVII, un italiano descubrió allí el primer retrato de una colección que abarca ya más de mil obras, que empezaron a circular por Europa y Estados Unidos a finales del siglo XIX. El clima seco y las arenas del desierto favorecieron la conservación de los retratos y algunos papiros, que documentan la vida en esa época de dominación romana.
Los retratos de El Fayum constituyen un retazo de una historia interior, una mirada congelada de personas desaparecidas, en un espacio y tiempo concretos, que nos observan desde un mundo hoy inexistente. En casos como éste, nos damos cuenta hasta qué punto el conocimiento de la Historia incluye las vidas de individuos con todas sus frustraciones, inquietudes y ambiciones. Es más, gracias a su mirada entendemos algo más de nuestra condición humana. Sus ojos reflejan nuestros sentimientos más íntimos, delatan aquello que acontece y pasa por nuestro interior.
′¿Por qué sentimos su individualidad, como la nuestra? -se pregunta Berger- Nos impresionan, como si hubieran sido pintados el mes pasado.′ El profesor Julián Sauquillo piensa que ′si sus rostros dan una impresión de estar tan vivos y ser tan actuales es porque su espera nos concierne mucho, dado que, desde que nacemos, somos moribundos′. Ellos encarnan en su fragilidad el hecho -según Berger- ′de que, a pesar de todo, la vida era, y es, un regalo′.
′Nos confrontan con unos rostros -dice Jean Christophe Bailly en su libro La llamada muda – que nos miran desde un lugar neutro, que no sería ni la muerte ni la vida′. El comisario de la exposición, Gerardo Mosquera, las describe por eso como si fueran ′fotos de carnet′, que sirvieran de pasaporte al otro mundo. ′Es una mirada de despedida personal, te miran a los ojos directamente, pero al mismo tiempo como si estuvieras lejos′ -dice Michael Lahanas-.
Somos criaturas del tiempo. Marcados por un pasado, que ya no está en nuestras manos, para disponer de él o alterarlo. Ya es historia. En un sentido, ni siquiera Dios puede cambiarlo. Todas nuestras expectativas se extienden por lo tanto al futuro. Algo que para nosotros permanece todavía desconocido. Los que somos pesimistas, podemos pensar una docena de cosas al día, que pueden salir mal mañana. Lo que nos debilita y hace desmayar. ¿Cómo convivir con la incertidumbre del futuro?
La impaciencia es una forma de incredulidad. Viene cuando dudamos de la sabiduría de lo que Dios hace, y la bondad de su dirección. Su Palabra sin embargo nos muestra que ′lo que se ve es pasajero, mientras que lo que no se ve es eterno′ (2 Corintios 4:18). Necesitamos fe en el poder y la sabiduría de Dios para hacer que todas las cosas obren para nuestro bien (Romanos 8:28). Ya que no toda historia termina bien en esta vida. Dios se mueve de manera misteriosa. Lo que tenemos que creer es que todo está bajo el control de su mano.
¡Hasta la muerte existe para nuestro beneficio! (1 Co. 3:21-23). Ya que no podrá separarnos del amor de Dios. ¡Incluso ella, no podrá acabar con nosotros! ′Nuestra seguridad no descansa -como dice Piper- en mirar hacia una decisión momentánea por Cristo que hayamos tomado en el pasado, sino en mirar hacia delante a la certeza de la gracia preservadora de Dios, basada en la expiación plenamente suficiente realizada por la muerte de su Hijo′.
Es en Él finalmente, donde está nuestra certeza. Ya que siendo ′de carne y hueso, Él también compartió esa naturaleza humana para anular mediante la muerte, al que tiene el dominio de la muerte, y librar a todos los que por temor a la muerte estaban sometidos a esclavitud durante toda la vida′ (Hebreos 2:14-15).