Salmos: Capítulo 26 – Moción de censura

Escrito por el 12 de abril de 2023

No es poco común que uno piense estar haciendo las cosas bien, cuando esa no es la realidad. Podemos tener las mejores intenciones, hacer nuestro mayor esfuerzo, y aun así eso no garantiza que estamos en el sendero correcto.

Por eso el salmista entra voluntariamente al tribunal del cielo, y pide a Dios que le juzgue, le examine y vindique su caso (Salmos 7:8, 35:24, 43:1).

Como seres humanos necesitamos evaluarnos a nosotros mismos, y pesar cómo estamos andando delante de Dios. Pero al estudiar el Salmo 139 comentamos cuán imprescindible es para nosotros pedir a Dios que nos revele las profundidades de nuestras intenciones y pensamientos.

No tenemos nada qué perder con un juicio tal. Si alguno de nuestros pasos se ha desviado del sendero correcto, el Señor nos ha de mostrar dónde estamos fallando a fin de que podamos suplicar su guía y su poder. Y si gracias al Señor estamos avanzando rectamente junto a Jesús, entonces él podrá vindicar nuestro caso y atestiguar a nuestras consciencias que somos hijos de Dios.

Al evaluarse a sí mismo el salmista supone y defiende haber estado andando en integridad delante del Señor (Ezequías también hizo una protesta similar en 2 reyes 20:3). Él declara su inocencia; pero de igual manera se coloca en sujeción al juicio divino, que es capaz de revelar lo más profundo de su alma.

No siente temor de pasar por el banquillo de los acusados porque al repasar el historial de sus acciones lee rectitud y justicia. Más bien, lo que lee es una firme confianza en Dios que le ha impedido resbalar y caer en el pecado.

Podemos apreciar aquí a una persona que se ha aferrado de tal manera del seguro e infalible brazo del Todopoderoso, que puede enfrentar el juicio de Dios con confianza, sabiendo que es el mismo Señor quien lo ha sostenido y encaminado.

La declaración de inocencia es paralela a la del verso 11, y el imperativo de juicio encuentra contraparte en el imperativo de redención.

Aun así en el verso 2 el salmista pide a Dios que le pruebe detenidamente, que le haga pasar por el fuego del examen, a ver si su carácter es metal o escoria. Pero la invitación “pruébame” en la Biblia usualmente (por no decir “siempre”) aparece en labios de una persona que se sabe inocente. Aunque, recalcamos, no completamente inocente.

Sin embargo, esta acción divina de examinar, juzgar y probar para comprobar la pureza del orante, encuentra su paralelo en el verso 6 donde el mismo salmista lleva a cabo una acción de purificación.


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