Salmos: Capítulo 29 – ¡Y le querían callar!

Escrito por el 3 de mayo de 2023

El salmista es especialista en mirar el mundo natural con “anteojos espirituales”. Ya hemos notado que al contemplar los árboles, los cielos, las estrellas, el sol, el salmista discierne en cada uno de ellos la gloria, la bondad, y la grandeza divina.

Por doquier la naturaleza le susurra, le narra y le dibuja distintas facetas del carácter del eterno Creador. Y desde el objeto más diminuto de la creación hasta el distante astro espacial, en cada uno de ellos, es posible discernir detrás al Rey Todopoderoso y su obra.

En este caso el salmista contempla la gloria divina en el retumbar de los truenos, el centellar de los relámpagos, el ruido de las muchas aguas, tal como se mezclan en una avasallante tempestad oriental.

Por eso este Salmo ha sido llamado “Cántico de la tormenta”, o “Los 7 truenos de la voz de Jehová”. El salmista encuentra en ese portentoso evento de la naturaleza una audición de la voz divina, retumbante y pavorosa.

Siguiendo ese procedimiento, contempla la tormenta y la describe como si de una manifestación teofánica se tratase. Con una destacada expresividad poética, y valiéndose de la rima y del recurso del ritmo para generar un ambiente sonoro similar al de una tempestad, el salmista enmarca estos 7 “truenos” en un Salmo que aborda de forma solemne el tema que realmente se plantea: el poder y la gloria debida a Jehová.

David no escribe un Salmo acerca de una tormenta. Escribe una hermosa pieza acerca del poder y la gloria de Dios, como se revelan en una tormenta.

Y sobre la base de esa imagen consigue impresionar la mente del lector o el intérprete inspirando el mismo temor hacia la gloria de Dios, mezclado con reverencia, sobrecogimiento, asombro, gozo expectante, que experimenta el ser humano delante de la furia de la tempestad.

Así que, si del Salmo 25 destacamos su falta de personalidad u originalidad, del Salmo 29 resaltamos todo lo opuesto. Es un Salmo atractivo a la vista, atractivo al oído, tan impresionante que no dudamos en sentenciar que alcanzó su objetivo: inspirar reverencia y honor para Jehová.

El género de himno es evidente desde la primera palabra del salmo, donde una voz anónima asume la palabra y pronuncia el imperativo citatorio.

Pero resalta la seguidilla de 4 imperativos rítmicos en los versos 1 y 2 que dan al preludio del Salmo un carácter solemne y real (tinte que encuentra confirmación en la conclusión solemne y real de los versos 10-11).

Sin embargo, la composición se caracteriza por un ritmo irregular, que hace uso de una clase de paralelismo expansivo; donde la segunda línea en lugar de repetir el contenido de la primera, descarta y/o adiciona algunas palabras que complementan la idea anterior.


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