Salmos: Capítulo 38 – ¡Apresúrate!

Escrito por el 20 de septiembre de 2023

El Salmo 38 es el tercero de los “Salmos penitenciales”, clasificación que inmediatamente trae a nuestra mente la palabra “pecado”. Si se eleva una oración de penitencia o arrepentimiento es porque muy probablemente va antecedida de la manifestación de uno de tantos síntomas del virus “pecado” en el hombre.

Los anteriores son dos Salmos que ya hemos estudiado, 6 y 32. Cuando hacíamos el estudio preliminar del Salmo 6, mencionábamos que lo llamativo de ese Salmo penitencial es la ausencia de toda alusión directa a pecado, maldad, error, transgresión, o algo semejante. 

Eso nos llevaba a cuestionar la posibilidad de considerarlo a ciencia cierta un Salmo penitencial. Sin embargo, no descartábamos la posibilidad.

Comparar el Salmo 6 con el Salmo 38 aclara un poco más el panorama, especialmente si los colocamos en algún tipo de relación histórica-temporal

Puesto que ambos Salmos comparten tantos componentes similares (llámese la misma introducción, el sufrimiento físico y mental, el abandono, y el ataque de los enemigos), algunos autores han afirmado que ambos, junto a los Salmos 32 y 51 conforman el cuarteto de la experiencia penitencial de David.

El Salmo 6 sería el primero en orden lógico, seguido por el Salmo 38 al intensificarse aún más su sufrimiento, y con él el pedido de salvación; luego el Salmo 51, y finalmente el Salmo 32. 

De manera que la colección nos revela el final de la historia inconclusa del Salmo 38: el pecador que llora al borde de la muerte (Salmo 6), y sufre enfermo, en el silencio y la soledad (Salmo 38), al fin es perdonado, limpiado y sanado (Salmos 51 y 32). 

Pero Schokel cataloga al Salmo como una Oración del enfermo arrepentido. Porque éste cumple con un patrón frecuente en los Salmos de esta clase: pecado, enfermedad sufrida, sentida como un castigo divino, efectos sociales en amigos y enemigos, confesión del pecado y súplica de auxilio. 

En ese proceso el salmista relata su historia clínica. Todo comenzó con el pecado, cuya consecuencia directa golpea la naturaleza espiritual del hombre. Pero el pecado ataca su cuerpo, lo enferma, el pecado atormenta su mente, llenándole de angustia y temor. El pecado aleja a sus semejantes, y atrae a sus enemigos. El pecado lo lleva al borde mismo de un colapso. (Fuente Noticia: Solo Salmos)


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