Samuel

Escrito por el 24 de noviembre de 2021

Samuel, cuyo nombre significa «nombre de Dios», fue dedicado a Dios por su madre, Ana, como parte de una promesa que hizo antes de que naciera (1 Samuel 1:11). Ana había sido estéril y oró con tanto fervor por un hijo, que el sacerdote Elí pensó que estaba borracha (1 Samuel 1). Dios le concedió a Ana su petición, y, fiel a su promesa, Ana dedicó su hijo Samuel al Señor. Después que Samuel fue destetado, probablemente alrededor de los cuatro años de edad, fue llevado al tabernáculo a servir a las órdenes del sacerdote Eli (1 Samuel 1:22-25).

Incluso de niño, a Samuel se le dio su propia túnica, una prenda normalmente reservada para un sacerdote cuando ministraba delante del Señor en el tabernáculo de reunión en Silo, donde estaba el arca de Dios (1 Samuel 2:18; 3:3). Tradicionalmente, los hijos del sacerdote heredarían el ministerio del padre; sin embargo, los hijos de Eli, Ofni y Finees eran impíos, ya que eran inmorales y menospreciaban las ofrendas del Señor (1 Samuel 2:17, 22). Mientras tanto, Samuel continuó creciendo en estatura y en gracia para con el Señor y con los hombres (1 Samuel 2:26).

En una época en que las profecías y visiones escaseaban, Samuel escuchó lo que en un principio creyó que era la voz de Eli que lo estaba llamando durante la noche. Aunque el joven Samuel ministraba en el tabernáculo, todavía no conocía al Señor, y la palabra del Señor no le había sido revelada (1 Samuel 3:7). Las primeras tres veces que el Señor llamó a Samuel, el muchacho le respondió a Eli. Eli entonces comprendió lo que estaba ocurriendo y le instruyó a Samuel que respondiera al Señor si llamaba de nuevo. Entonces, «Y vino el Señor y se paró, y llamó como las otras veces: ¡Samuel, Samuel! Entonces Samuel dijo: Habla, porque tu siervo oye» (1 Samuel 3:10). Dios le dio un mensaje de juicio para que le transmitiera a Eli. Al día siguiente, Samuel dio su primer paso de fe, diciéndole a Eli todo, aunque el mensaje era una mala noticia para Eli y su familia (1 Samuel 3:11-18). Eli respondió con aceptación. La credibilidad de Samuel como profeta se esparció por todo Israel, y Dios continuó revelando Su palabra a Su pueblo, a través de Samuel (1 Samuel 3:20-21).

Los filisteos, eternos enemigos de Israel, atacaron el pueblo de Dios. Los hijos de Eli murieron en la batalla, y el arca del pacto fue capturada y llevada a Filistea. Al escuchar la noticia de la muerte de sus hijos, Eli también murió. Después de varios meses, los filisteos retornaron el arca a Israel, donde permaneció en Quiriat-jearim durante más de veinte años. Cuando los israelitas clamaron a Dios por ayuda contra los opresores filisteos, Samuel les instruyó a liberarse de los falsos dioses que habían estado adorando. Con el liderazgo de Samuel, y por el poder de Dios, pudieron derrotar a los filisteos, y hubo un momento de paz entre ellos (1 Samuel 7:9-13). Samuel fue reconocido como el juez de todo Israel. Al igual que los hijos de Eli, los dos hijos de Samuel, Joel y Abías, pecaron delante de Dios por causa de la avaricia y pervirtiendo la justicia. Samuel había nombrado a sus hijos como jueces, pero los ancianos de Israel le dijeron a Samuel que, ya que él estaba demasiado viejo y sus hijos no andaban en sus caminos, querían que Samuel nombrara un rey para gobernarlos, así como las otras naciones (1 Samuel 8:1-5). La reacción inicial de Samuel a su petición le produjo un gran disgusto, y él oró a Dios al respecto.

Dios le dijo a Samuel: Ellos no te han desechado a ti, sino a mí me han desechado, para que no reine sobre ellos. Dios le dijo a Samuel que escuchara la petición del pueblo, pero les advirtió sobre la forma como les trataría el rey que reinaría sobre ellos (1 Samuel 8:6-21).

Con el tiempo, Saul, de la tribu de Benjamín, fue ungido por Samuel como el primer rey de Israel (1 Samuel 10:1). Aun así, Samuel pidió a Dios una señal para mostrar a los israelitas la maldad de elegir un rey terrenal que reemplazara a su verdadero Dios (1 Samuel 12:16-18). Después de un tiempo, Samuel supo que Saúl había sido rechazado por Dios para dirigir a Su pueblo a causa de la desobediencia de Saúl (1 Samuel 13:11-13). Samuel inmediatamente advirtió a Saúl que Dios ya había buscado un sustituto para él (1 Samuel 13:14). Después que Saúl siguió desobedeciendo,

Samuel lo denunció como rey (1 Samuel 15:26). Samuel regresó a la casa, para nunca estar al lado del rey Saúl, aunque él lloraba a Saúl (1 Samuel 15:35). Dios le dijo a Samuel que eligiera otro rey de la familia de Isaí (1 Samuel 16:1), y Samuel ungió a David, el hijo menor de Isaí (1 Samuel 16:13). Samuel murió antes de que David fuera hecho rey, aunque, «se juntó todo Israel, y lo lloraron » (1 Samuel 25:1).

La vida de Samuel fue fundamental en la historia de Israel. Él era un profeta, ungió a los dos primeros reyes de Israel, y fue el último en la línea de los jueces de Israel, considerado por muchos como el mejor juez (Hechos 13:20). Samuel se menciona junto con Moisés y Aarón como hombres que clamaron a Dios y Él les respondía (Salmo 99:6). Luego, en la historia de Israel, cuando los israelitas estaban viviendo en desobediencia a Dios, el Señor declaró que habían sido desechados, incluso si Moisés y Samuel, dos de los más grandes intercesores de Israel los defendieran (Jeremías 15:1). Esto es una clara indicación del poder de la oración de Samuel y la profundidad del pecado de Israel en los tiempos de Jeremías.

Hay mucho que aprender de la vida de Samuel. En particular, vemos la soberanía de Dios en Israel, sin importar a quien había elegido el pueblo para que reinara sobre ellos. Podemos permitir que otras cosas o personas ocupen el trono de nuestro corazón, sin embargo, Dios siempre seguirá siendo soberano y nunca aceptará que se usurpe Su autoridad en las vidas de Sus súbditos.

Podemos imaginarnos que tan desalentador debió haber sido para el joven Samuel dar un relato honesto de su primera visión a Eli. Sin embargo, parece que, incluso desde una edad joven, la lealtad absoluta de Samuel era para Dios en primer lugar. Puede haber momentos en que nos sentimos intimidados por aquellos que están en autoridad, pero, como Samuel lo demostró más de una vez, es Dios quien debe permanecer como nuestra prioridad. El mundo puede mirarnos con cinismo cuando seguimos firmes en nuestra fe. Sin embargo, podemos estar seguros de que Dios reivindicará a quienes han permanecido fieles a Su Palabra (Salmo 135:14).

Aunque Samuel tuvo profundas reservas al permitir que el pueblo tuviera un rey, él se apresuró a consultar a Dios al respecto y acató Su decisión (1 Samuel 8:6-7). Muchos de nosotros podemos consultar a Dios acerca de las decisiones importantes en nuestras vidas, pero ¿cuántos de nosotros estamos dispuestos a aceptar Su consejo y acatarlo, especialmente cuando parece que eso va en contra de nuestros propios deseos? Los líderes en particular, del ejemplo de Samuel pueden aprender acerca del poder que obtuvo de su estrecha relación con Dios, producido por una excelente vida de oración.

Samuel fue un gran hombre de oración, y por esa causa su pueblo lo respetó (1 Samuel 12:19, 23). Aunque Samuel era consciente de la maldad en la vida de Saúl, él nunca dejó de orar ni de llorar por él. De hecho, Samuel describió como un pecado el no orar por las personas bajo su cuidado. Quizás demasiado rápido podemos juzgar a un hermano por encima de la restauración, cuando lo vemos caer en el pecado. Ciertamente, los planes de Dios para cada individuo van a suceder, pero nunca deberían impedirnos que sigamos orando y cuidando de aquellos que son débiles en la fe (Romanos 15:1; 1 Tesalonicenses 5:14).

El tema principal a lo largo de la vida de Samuel, es que solo Dios debe recibir la gloria y el honor. Después de convertir a sus hijos en jueces, debió haber sido algo muy triste para Samuel el saber que ya no eran aptos para dirigir. Cuando le consultó a Dios acerca de la petición del pueblo para tener un rey, no se dijo nada en defensa de sus hijos. Samuel fue obediente a las instrucciones de Dios para darle al pueblo lo que querían.

Un versículo clave en la vida de Samuel relata sus palabras al rey Saúl: «Y Samuel dijo: ¿Se complace el Señor tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras del Señor? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros» (1 Samuel 15:22). La obediencia a la Palabra de Dios debe ser siempre nuestra prioridad.


Opiniones

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.



Continuar leyendo

Post Siguiente

Detectar espionaje


Miniatura
Canción actual

Título

Artista