Searching For Sugar Man: Un tal Rodríguez

Escrito por el 12 de julio de 2023

El documental que ha ganado los premios más importantes este año -Oscar, Bafta, Sundance-, nos habla de alguien que seguro que no has oído antes. Sixto Rodríguez es un cantautor norteamericano de origen mexicano, que grabó dos discos a principios de los años setenta. Nadie supo más de él, hasta que sus canciones se convirtieron en himnos contra el apartheid, en SudÁfrica. Se decía que se había quemado vivo o pegado un tiro en medio del escenario. Un periodista quiso saber cómo murió y escribió un artículo llamado Buscando a Jesús. Su historia, la cuenta el documental Searching For Sugar Man.

Alabado como el nuevo Bob Dylan, fue descubierto por un antiguo productor del mí­tico sello afro-americano Motown -Clarence Avant-, a finales de los sesenta. Los álbumes que publicó, tuvieron buenas crí­ticas, pero no vendieron mucho -seis copias, el primero, dice Avant, o sea que no lo compraron más que un par de amigos y familiares-. Es cierto que su carácter tí­mido no ayudaba mucho. Cuando cantaba en un bar, lo hací­a de espaldas al público. El nombre de este inmigrante mexicano, trabajador de la construcción, no tardó en olvidarrse.

′Hay varios hipnotizantes misterios circulando en Searching For Sugar Man, un inmensamente atractivo documental sobre admiradores, fe y un enigmático músico de la Era de Acuario, que brilló luminosa y esperanzadoramente, antes de desaparecer′ -dice Manohla Dargis en el New York Times-. Su tí­tulo hace referencia a un traficante de droga, Sugar Man, pero es el apodo también de un aficionado surafricano -Stephen Segerman-, que cuenta cómo sus canciones inspiraron una reacción contra el establishment del apartheid a principios de los años setenta.

Si no ha oí­do hablar antes de Rodrí­guez, no busque su nombre en Internet y vea la pelí­cula. Su ágil estructura narrativa, como si de un film de misterio se tratara, mantiene la intriga sobre un músico, cuyas maravillosas canciones no habí­amos oí­do nunca antes. ¿Cuántos habrá como él? Ya que este no es un falso documental, como esos que suelen hacen ahora, presentando la ficción como realidad. Su leyenda es verdad. Los discos existen -Cold Fact y Coming From Reality-. Han vuelto a las tiendas. Lo demás, lo descubrirá, viendo el documental del sueco Malik Bendjelloul.

Uno de los misterios de los discos de Rodrí­guez, es que las canciones vienen firmadas por Jesús y otras por Sixto Rodrí­guez. Por eso, el artí­culo del periodista Craig Bartholomew Strydom, se titula Buscando a Jesús. Lo escribió en respuesta al desafí­o de un admirador sudafricano, Segerman, que se preguntaba si habí­a algún detective musicólogico, que pudiera averiguar algo de Rodrí­guez. Analizaron entonces, sus letras, buscando pistas en los álbumes, donde aparece su misteriosa figura en la portada, con gafas negras y pelo oscuro, rostro picado e inescrutable sonrisa -al estilo José Feliciano-.

¿Qué tiene que ver Rodrí­guez con SudÁfrica? La historia es que una americana llevó una copia pirata de su primer disco a SudÁfrica, cuando fue a ver a su novio. De ella se reproducen millares de discos, por los que no está claro a quién se pagaron derechos. Sus canciones se convierten en himnos generacionales, que son pronto censurados. Las autoridades llegaron a rayar los cortes de los surcos que tení­an letras comprometidas. Y como todo lo que se prohí­be, enseguida se hizo muy popular entre la juventud blanca más liberal.

El mito del músico desaparecido, ha dado lugar a todo tipo de rumores y leyendas urbanas. Desde Syd Barrett de Pink Floyd a Peter Green de Fleetwood Mac, muchas han sido las especulaciones en la era pre-Internet, cuando sólo habí­a revistas e información boca a boca. Escritores como Don DeLillo o Jonathan Franzen han construido personajes con esta figura, en algunas de sus novelas. Lo que pasa es que ninguna de estas historias, tiene mucho que ver con Rodrí­guez. En este caso, la realidad es más extraña que la ficción.

′Nuestro mayor temor en la vida, no ha de ser el fracaso, sino tener éxito en cosas que realmente no importan′, dice Francis Chan en Amor loco: Asombrado por un Dios persistente. El éxito no puede realmente responder las grandes preguntas: ¿quién soy yo?, ¿qué valor tengo?, ¿cómo veo la vida? Da la ilusión inicial de ser una respuesta, porque nos da la impresión de haber llegado a algo, ser incluido y aceptado por otros, habiendo demostrado quiénes somos. Sin embargo, la satisfacción pronto se desvanece.

El riesgo del éxito es que hacemos un í­dolo de nosotros mismos, como si nuestra seguridad y valor, dependiera de nuestra inteligencia, esfuerzo y actuación. Ser el mejor en lo que haces, te hace creer que no hay nadie como tú. Eso te da una falsa seguridad. Lo que nos hace caer en la idolatrí­a de la que habla el predicador de Nueva York, Tim Keller, cuando divinizamos nuestros logros, esperando que nos guarden de los problemas de la vida, cuando sólo Dios puede hacerlo.

El éxito distorsiona nuestra visión de nosotros mismos. Cuando tus logros son la base de tu valor como persona, te pueden llevar a una visión inflada de tus capacidades. La Biblia nos advierte de la ceguera que puede producir la idolatrí­a (Salmo 135:15-18; Ezequiel 36:22-36). El éxito no puede dar la satisfacción que buscamos.

Hasta que no conocemos la gracia de Dios, buscamos seguridad y significado en lugares equivocados. Esperamos que con nuestro talento, capacidades y oportunidades, logremos lo que sólo Dios puede hacer por nosotros en Cristo Jesús. Cuando no vemos nuestra necesidad, seguimos culpando a los demás de nuestros fracasos. Lo que nos lleva al cinismo y a la amargura. Para recibir la obra de Jesús, tenemos que admitir nuestra necesidad y debilidad.

La gente que tiene éxito, atribuye su posición a su talento, genio y trabajo duro. La realidad es mucho más complicada. Sin contactos personales, la familia de la que venimos y la aparente suerte que hemos tenido, no se explica lo que hemos logrado. La cultura popular dice que podemos conseguir todo lo que nos propongamos, pero esto no es así­. Cuando somos adolescentes, no queremos ser como nuestros padres, pero a la mitad de nuestra vida, nos damos cuenta cuánto les debemos a ellos.

′Porque ¿qué te distingue?, ¿Qué tienes que no recibiste? Y si lo recibiste, ¿por qué te jactas como si no lo hubieras recibido?′ (1 Corintios 4:6-7). Lo que tenemos es por la gracia de Dios, no resultado de nuestras ′obras′ y esfuerzo. Sólo al admitir nuestro fracaso, necesidad e impotencia, arrojándonos a la misericordia de Dios, podemos estar seguros en su amor.

No necesitamos la admiración de otros, para ser alguien. La capacidad, la aprobación y el consuelo, lo encontramos en el amor incondicional de Dios, que nos muestra la muerte de Jesús. El aparente fracaso de Dios, es en realidad su triunfo. ′El Evangelio me anuncia que no tengo que asegurar el veredicto final sobre mi vida -como dice Tullian Tchividjian-. No tienes que tener éxito, para justificar tu existencia′.

′Porque Jesús es Alguien, eres libre para no ser nadie -como dice el nieto de Billy Graham, Tchividjian-. Porque Jesús es extraordinario, eres libre para vivir una vida ordinaria. Porque Jesús ha tenido éxito, eres libre para fracasar. Porque Jesús ha ganado para ti, eres libre para perder.′ Su cruz nos libera del miedo al fracaso. (Fuente Noticia: Entrelíneas)


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