Superhéroes y padres ausentes

Escrito por el 5 de abril de 2022

Un estudiante de Barcelona de 22 años, Pablo Muñoz, describe en Padres ausentes (Alpha Decay, 2011) la pasión por los tebeos de superhéroes de una generación ′que descubre los primeros sinsabores de la vida en medio de familias desestructuradas fruto de la eclosión del divorcio libre′.

Este interesante ensayo enlaza la melancólica educación sentimental de un lector preadolescente catalán en los años noventa, con la cultura popular norteamericana de escritores como Michael Chabon y Jonathan Lethem, hijos de matrimonios rotos en los años setenta, que tienen el mismo vínculo emocional con esos personajes de cómic.

Lo que conocemos como el baby boom es un fenómeno demográfico que aconteció en muchos países europeos y Estados Unidos tras la segunda guerra mundial, pero que en España no se produce hasta los años sesenta. Lo que en estos países se vivió en la adolescencia durante aquella época, aquí no se conoció hasta diez o veinte años después. Las aficiones, modas y preocupaciones sociales, unen así varias generaciones en distintos países, donde el tebeo forma una parte esencial de la cultura popular, marcada por la desintegración familiar que se vive a finales del siglo pasado.

La ley del divorcio, promulgada en España en 1981, permite que muchos rehagan su vida, buscando una nueva pareja, pero a cambio deja toda una generación de padres ausentes, que ha llegado ahora a la edad de contar sus amargos recuerdos de aquellos años. Escuchar estas historias, no es un ejercicio agradable para aquellos que no han asumido todavía su responsabilidad por la infelicidad de unos hijos, que son todavía mandados de casa en casa cada fin de semana. El viaje emocional de lectores como Pablo Muñoz, anhelando los superpoderes que pudieran cambiar su vida, es realmente conmovedor. Nos da una clave nueva para entender la cultura juvenil.

El libro de este estudiante de periodismo de la Universidad Autónoma de Barcelona, comienza con La muerte de Superman. El personaje nacido del anhelo mesiánico de dos judíos neoyorquinos en los años treinta -recreados en la novela de Michael Chabon, Las aventuras de Kavalier y Clay (Debolsillo, 2004)-, murió en una serie de Dan Jurgens, que leyó Pablo Muñoz el verano de 1994. Tenía seis años, cuando ese otoño se estrenó también en Mataró El rey león de Disney, otra ′historia de un padre muerto y un hijo perdido′.

Para el autor de Padres ausentes, ′el conflicto entre Kal-El (Superman) y su padre, Jor-El, es uno de sus principales atractivos y uno de sus grandes motivos dramáticos′. Como padre de todos los superhéroes, Superman se convierte en el primero de una serie de ′huérfanos dispuestos a encontrar su relato en la Tierra′. La muerte del hijo perdido es también la del hijo pródigo, que es la última esperanza de supervivencia de una herencia, donde tenemos nuestras raíces, dice Muñoz.

No es extraño que esta fábula de Disney, ′cargada de dolor′, en la que un cachorro debe vengar la muerte de su progenitor a manos de su tío, le hace emprender un emocionante y solitario viaje a una generación, que atraviesa la jungla de la vida con la nostalgia del padre ausente. La obra de Michael Chabon -nacido en 1963- está llena de ese sentimiento de abandono y orfandad, desde el divorcio de sus padres, cuando tenía once años. Criado con su madre judía, transmite esa infancia sin padre a los primos protagonistas de su novela, que sueñan con el vengador hebreo, protagonista de un cómic trasunto de Superman, como mesías defensor de la viuda y el huérfano.

El cómic de Spiderman, La muerte de los Stacy -que acaba de publicar ahora Panini y le he comprado a mi hijo, para poder leerlo yo- es una de las referencias clave de Padres ausentes. Es una obra escrita por Stan Lee y Gerry Conway en los años setenta, una época que fascina a muchos jóvenes hoy. Tanto que el seudónimo que Pablo Muñoz ha escogido para su original blog es Alvy Singer, el personaje que crea la figura actual de Woody Allen en Annie Hall (1977).

A partir de los años sesenta el cómic de superhéroes entra en lo que los expertos llaman la edad de plata -para diferenciarla de la edad dorada, que abarca desde los años treinta hasta los cincuenta-. Hombres como Stan Lee y Jack Kirby cambian a esos seres superpoderosos por unas figuras cuya fuerza reside en su debilidad. Son individuos vulnerables que han sufrido un accidente o están afectados emocionalmente por una tragedia. Así Peter Parker se convierte en Spiderman al ser picado por una araña y morir su padre adoptivo -el tío Ben- en un despiadado asesinato.

Los nuevos personajes de la casa Marvel -frente a los antiguos de DC- producen empatía por su humanidad. Ya que están llenos de miedos e inseguridades. La acción tiene lugar también aquí y ahora -no en una Metrópolis intemporal e inalterable, como la de Superman-. Las desventuras de Spiderman ocurren en el mismo Nueva York, que ven en las series de policías en televisión todos sus lectores. Una ciudad dominada por el crimen, donde muere también el padre de la novia de Spiderman -un capitán de policía que representa otra figura paternal para el personaje-, antes de perder también a su gran amor, Gwen Stacy. El dolor va acompañado aquí de una sensación de fracaso.

Es en los setenta también cuando se cría sin madre en Nueva York, el autor preferido del escritor de Padres ausentes, Jonathan Lethem -nacido el mismo año que yo, 1964-, que recrea su infancia en la poderosa novela La fortaleza de la soledad (Debolsillo, 2005). El libro trata de dos chicos de Brooklyn, educados en un ambiente liberal de artistas -como el autor, que creció en una comuna-. El niño protagonista -Dylan, como el ídolo del autor- es abusado por sus vecinos, hasta ser protegido por un chico mayor afroamericano llamado Mingus -hijo de un cantante de soul drogadicto y nieto de un antiguo predicador-, que le introducirá en el mundo del cómic.

El título mismo de la novela viene de la residencia imaginaria de Superman. Como el escritor, el personaje vive en un mundo de fantasía. Lethem dice que estaba tan obsesionado por la primera película de Star Wars, que la vio veinte veces cuando aún estaba en los cines. La historia gira en torno a un anillo mágico, que les permitiría huir de este mundo terrible, haciéndose invisibles. Aunque Superman vive en Metrópolis, es en la Fortaleza de la Soledad donde es realmente él mismo, rodeado de las estatuas de sus padres ausentes.

El cómic más actual que comenta Pablo Muñoz es Marvel 1985 -publicado por esa misma casa el año 2008-. Escrito por Mark Millar, un católico practicante escocés nacido en 1969, que empezó a escribir tras la repentina muerte de sus padres. La serie cuenta la historia de un niño solitario, que vive el divorcio de sus padres en los años ochenta. Absorbido por los tebeos, verá cómo en su vida aparecen los superhéroes infiltrados, cuando se muda a la casa de su padre, recién divorciado. La historia acaba como no podía ser de otra manera, con el progenitor fallecido, trasladado a un limbo, que no es otra cosa que el universo Marvel.

Dios se presenta en la Biblia como un Padre, que no es como los padres que tenemos en este mundo, a menudo ausentes. Es nuestro Padre celestial. Cuando pensamos en nuestro padre en la tierra, no siempre es alguien amoroso, en quien podemos confiar. Como padres, a menudo no somos fieles. Ya que no nos entregamos absolutamente. Preferimos nuestro propio bienestar y realización, a la seguridad de nuestros hijos. En una generación marcada por el divorcio desenfrenado y el maltrato infantil, el nombre del padre produce rabia, resentimiento y rechazo.

No es extraño que muchas personas heridas intenten ignorar o negar la existencia de un Padre en los cielos. Jesús es el Superhéroe que nos enseña a llamar a Dios Padre (Mateo 6:9), porque Él merece toda nuestra confianza. ′El que me ha visto a mí, ha visto al Padre′ dice en el Evangelio según Juan 14:9. Jesús nos revela a Dios como un Padre amante, clemente y misericordioso. El problema es que para sentirlo así, antes tenemos que conocerle. Ya que sólo ′los que le reciben y creen en Él, son hechos hijos de Dios′ (Juan 1:12).

Dios es el único Padre que nunca nos fallará. Aún ′si fuéramos infieles, Él permanece fiel′ (2 Timoteo 2:13). De hecho, no le encontramos a Dios, sino que Él nos encuentra a nosotros. Como un Padre amante, siente nuestro dolor más profundamente que nosotros. Ya que ′tiene cuidado de nosotros′ (1 Pedro 5:7). No tenemos que ganar su afecto, porque Él nos acepta tal y como somos, cargando con nuestra culpa y vergüenza en Cristo Jesús. Si queremos librarnos del resentimiento por los fallos de nuestros padres humanos, ¡descubramos el maravilloso amor de nuestro Padre divino!


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