Un libro necesario
Escrito por Jose Mederos el 25 de octubre de 2023
Recientemente se ha traducido a nuestra lengua un libro revolucionario que ha sido superventas en el país galo. Se han vendido ya unos 220.000 ejemplares y sus autores han dado cientos de conferencias y debates en televisión. Se trata de dos ingenieros, Michel-Yves Bolloré y Olivier Bonnassies, convencidos de que la ciencia posee ya suficientes argumentos sólidos como para rechazar el materialismo y optar por la existencia de un creador. Es comprensible que semejante afirmación esté levantando ampollas en un país tan laicista como Francia, que fue cuna de la Ilustración.
Los autores son creyentes católicos pero en su libro abordan el tema de Dios de manera racional y recurriendo a los avances de la física, la cosmología, la biología, etc., así como a la reflexión filosófica. Por supuesto, muchas voces se han alzado en contra pero también la obra está despertando numerosas adhesiones, como demuestra el éxito de ventas.
Los autores explican, mediante un lenguaje accesible al gran público, cómo durante los últimos cinco siglos los descubrimientos científicos han venido primero respaldando las ideas materialistas para finalmente desacreditarlas y constituir un fuerte apoyo del teísmo.
En efecto, empezando en el siglo XVI con el heliocentrismo de Copérnico, que quitaba la Tierra del supuesto centro del universo, seguido en el XVII por Galileo y Newton, así como por el descubrimiento de la antigüedad del planeta azul (en el XVIII con Buffon) y ya en el XIX con el determinismo de Laplace, la teoría de la evolución de Lamarck y de la selección natural de Darwin, así como los planteamientos del marxismo y del psicoanálisis de Freud, todas y cada una de tales concepciones respaldaban el materialismo científico en detrimento de la fe en un creador universal.
Sin embargo, a principios del siglo XX las cosas empezaron a cambiar. El descubrimiento de la termodinámica, con la comprobación del incremento de la entropía o desorden llevaron a predecir la muerte térmica del universo, gracias a los trabajos de Carnot, Clausius, Boltzmann y Kelvin. Esto ponía en entredicho la creencia en la eternidad del cosmos que hasta entonces sostenía la ciencia. Más tarde, vino la mecánica cuántica y el principio de indeterminación (Planck, Heisenberg, Schrödinger, Dirac, Bohr, Pauli, etc.), seguidos por la relatividad, la expansión del universo, el átomo primitivo y la teoría del Big Bang (Einstein, Friedmann, Lemaître, Gamow Penzias, Wilson, etc.). En 1931, Gödel expuso sus teoremas de incompletitud que limitaban lo que es posible demostrar mediante un razonamiento matemático.
A mediados del XX, se descubrió la elevada complejidad de los seres vivos, así como la sofisticada información contenida en la molécula de ADN y se empezaron a secuenciar los genomas (Watson y Crick, Miller, McClintock, Collins, etc.). Al mismo tiempo empezó el descrédito de las teorías freudianas y el hundimiento del bloque marxista soviético. El Big Crunch o Gran Colapso, teoría que suponía la eternidad del universo gracias a interminables ciclos de expansión y contracción, fue perfectamente refutada (Permutter, Schmidt y Riess). Por último, el ajuste fino de las leyes del cosmos y el principio antrópico pusieron el remate final a las creencias materialistas (Dirac, Dicke, Carter, Barrow, Tipler, Penrose, etc.).
Los autores de Dios, la ciencia, las pruebas auguran que estamos ante el alba de una revolución y que ante el dilema de si existe un Dios creador o quizás el Universo material es lo único que hay, la ciencia favorece claramente la primera opción. En la conclusión de su obra afirman que el materialismo es una creencia irracional. En fin, se trata de un libro que vale mucho la pena leer ya que proporciona buenos argumentos en defensa de la fe. Ha sido revisado y prologado por Robert Wilson, premio Nobel de Física que descubrió el eco del Big Bang y que es agnóstico.
Dios y la ciencia no son incompatibles como algunos pretenden. Los descubrimientos científicos de los siglos XX y XXI han revolucionado por completo el mundo y hacen necesaria la existencia de un creador para explicar el cosmos. No se trata de demostrar científica o matemáticamente a Dios sino de recopilar todo un conjunto de indicios entrelazados que permitan al lector tener una opinión informada. El término “prueba” se usa en el sentido que lo haría un abogado que presenta evidencias ante un tribunal. Finalmente, cada cual debe tomar su propia decisión.
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL – Libros – “Dios, la ciencia, las pruebas”, un bestseller francés.