Un ser singular

Escrito por el 17 de febrero de 2023

El ornitorrinco es un mamífero australiano tan extraño que cuando los europeos lo vieron por primera vez, en el siglo XV, creyeron que era una falsificación, el producto de una broma pesada.

Pensaron que alguien había cosido el pico de un pato al cuerpo de un mamífero parecido a un castor. Esto ocurrió cuando el segundo gobernador de Nueva Gales del Sur, el capitán John Hunter, envió la piel de un ejemplar a Gran Bretaña.

Años después, en 1799, el médico y zoólogo George Shaw hizo la primera descripción científica del animal para la revista Naturalist’s Miscellany, en la que reconoció que era natural haber mostrado dudas ante un ser tan extraordinario.

Lo cierto es que se trata de un mamífero muy singular perteneciente al orden de los monotremas. Esta palabra significa “un solo orificio” ya que sus aparatos digestivo, excretor y reproductor desembocan en el mismo orificio, llamado cloaca.

Los otros monotremas conocidos son los equidnas, de los que se han descrito cuatro especies distintas, actualmente vivas y con el cuerpo cubierto de espinas. No obstante, el pelaje del ornitorrinco es suave y está adaptado a la vida acuática.

Las hembras ponen huevos como las aves pero amamantan a sus crías como los mamíferos. Los machos presentan un espolón defensivo en las patas traseras que posee un veneno parecido al de los reptiles que, aunque no es mortal para los humanos, si puede causar un agudo y persistente dolor.

Recientemente se le han descubierto propiedades antidiabéticas a dicho veneno.

El largo y redondeado pico de los ornitorrincos recuerda al de los patos. Esta última característica es la que se tuvo en cuenta para ponerle el nombre científico. En efecto, Ornithorhinchus deriva de una palabra griega que significa “hocico de pato”, mientras que anatinus quiere decir en latín “semejante a un pato”.

Además poseen cola como los castores y extremidades similares a las nutrias. Todo un conglomerado de propiedades típicas de otros animales muy distintos y que convierten a los ornitorrincos en un auténtico mosaico zoológico.

Sin embargo, no están a medio camino de transformarse en ninguna otra especie. No son medio reptiles, ni medio aves, ni medio mamíferos sino una especie única y exclusiva que evidencia un diseño propio y adecuado para llevar el tipo de vida que lleva.

El análisis del genoma de estos animales -como era de esperar- ha puesto de manifiesto que poseen genes productores de veneno similares a los de los reptiles, otros que producen leche parecidos a los propios de los mamíferos, aunque sean ovíparos.

Desde la perspectiva evolucionista, siempre se está intentando comparar los distintos genomas de los organismos para construir hipotéticas filogenias evolutivas. Sin embargo, este animal refleja un diseño único y singular difícil de asimilar a una determinada filogenia.

Lo que se suele hacer en biología evolutiva es descubrir la codificación genética de ciertas proteínas básicas presentes en una especie. Cuando se tiene esta información que identifica determinados genes de un organismo, se introduce en el ordenador o computadora.

Después, si se desea compararla con la de otra especie diferente, se incluye también su genoma en la computadora y ésta busca velozmente tramos parecidos en el ADN del nuevo organismo.

Gracias a una sofisticada programación matemática, el ordenador decide qué secuencias son lo suficientemente parecidas para pertenecer al mismo gen y que otras no lo son.

De esta manera se pueden comparar genomas de muchos organismos con la intención de descubrir sus posibles relaciones evolutivas.

Lo que se asume en todo este proceso es que si dos especies presentan los mismos genes es porque ambas descienden de un antepasado común.

Siempre se ha pensado que los monotremas eran animales muy primitivos, sin embargo el genoma del ornitorrinco ha revelado cosas sorprendentes que no encajan en dicha preconcepción.

Cuando el animal bucea en busca de invertebrados cierra los ojos, los orificios nasales y los oídos. ¿Cómo se orienta entonces? Desde mediados de los 80, se sabe que el ornitorrinco es capaz de reaccionar bajo el agua a campos eléctricos débiles porque posee en su pico unos 40 000 sofisticados electrorreceptores.

Localiza a sus pequeñas presas, en parte, gracias a las leves corrientes eléctricas que éstas generan al moverse y es capaz de saber a qué distancia están, si se mueven o permanecen inmóviles enterradas en el sedimento del fondo.

Además de estos electrorreceptores, en el pico hay también mecanorreceptores que detectan débiles presiones del agua y receptores vomeronasales que son neuronas capaces de estimularse con los olores químicos.

La mayoría de los genes que poseen la información para generar tales receptores eléctricos, táctiles y químicos son únicos del ornitorrinco y no se han podido equiparar a los de ninguna otra especie

Lo que evidencia su genoma no es un cóctel de ADN que lo relaciona con reptiles, aves y mamíferos -como a veces se dice- sino más bien un conjunto de atributos inusuales y únicos, maravillosamente integrados en una anatomía singular que funciona a la perfección.

Es verdad que algunas características pueden recordarnos a las aves y a los reptiles, pero se trata en realidad de parecidos meramente superficiales.

En cuanto al veneno, por ejemplo, desde el evolucionismo se admite que el de los reptiles actuales nada tiene que ver con el de los ornitorrincos ya que supuestamente ambos habrían aparecido por convergencia evolutiva. Algo imposible de demostrar y que multiplica los problemas.

Esto ha desconcertado a los científicos pues se desconoce cuál podría ser su utilidad y además, semejante característica se observa también en otros mamíferos muy diferentes, tales como la zarigüeya (que es un marsupial) y las ardillas voladoras (que son euterios o placentarios). ¿Cómo se explica esto?

Lo que se dice habitualmente es que si estos tres grupos de mamíferos, tan dispares, han logrado mantener este rasgo durante 150 millones de años sin cambios aparentes, debe ser porque los genes responsables del pelaje biofluorescente son muy importantes.

Pero, si tan importantes son, ¿cómo es que no sabemos para qué sirven? Y si esta explicación no satisface, se recurre de nuevo a la evolución convergente. Puede que las zarigüeyas, las ardillas voladoras y los ornitorrincos adquirieran su pelo brillante de manera independiente.

Es decir, que el premio gordo de la lotería de las mutaciones al azar tocó tres veces seguidas en grupos diferentes. Nos parece que tales “explicaciones” no pueden justificar la hipótesis de que el ornitorrinco evolucionara de otra especie animal mediante un proceso aleatorio.

El estudio genético de estos animales ha revelado asimismo que sus cromosomas sexuales son únicos.

Los mamíferos suelen tener solo dos (las hembras XX y los machos XY), sin embargo los ornitorrincos tienen diez cromosomas sexuales y son los únicos animales conocidos que poseen esa cantidad, mientras que otros monotremas como los equidnas tienen también nueve.

Esto hace que todavía no se conozca bien el proceso de determinación del sexo de tales animales. Por tanto, desde la perspectiva del diseño, se trata de una especie verdaderamente única que fue creada con un estilo de vida único pero muy eficaz.

Nada de todo esto parece primitivo o poco evolucionado sino más bien sugiere un diseño especial hecho con delicadeza y exquisita sabiduría.


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