El vino calienta y el aceite alimenta

Escrito por el 10 de enero de 2023

No hay duda de que la cocina vive un auténtico boom en nuestros días, merced sobre todo al buen hacer de nuestros afamados cocineros (chefs, por usar una palabra de moda) y al refinamiento que han aportado a las artes culinarias, pero también, qué duda cabe, gracias a la visibilidad que les han conferido los medios de comunicación a través de algunos programas de televisión muy populares.

En el ámbito académico, paralelamente, están cobrando mucho auge los llamados food studies (estudios sobre comida), en cuyo marco se trasciende el análisis del mérito gastronómico, estético o nutricional de los platos y se persigue examinar críticamente la comida como producto cultural, a través de su relación con los variados ámbitos de la ciencia, el arte, la historia, la sociedad, la literatura o las lenguas.

En este último espacio, el de la lingüística, se inscribe el análisis cognitivo y cultural de la fraseología, área que contempla refranes, locuciones, fórmulas, etc. y, en general, todas las manifestaciones lingüísticas fosilizadas y almacenadas en la memoria colectiva de los hablantes.

El acceso a esta sabiduría popular lo proporcionan recopilaciones como el Vocabulario de refranes y frases proverbiales (1627) del catedrático de Salamanca Gonzalo Correas, una de las fuentes más importantes de la lengua española y acaso el primer refranero de gran tamaño en nuestra lengua, por número de unidades recogidas.

En la fraseología se reflejan las cualidades y connotaciones socioculturales que se han ido asociando durante siglos con los alimentos que han estado en la base gastronómica de una comunidad, como ocurre con dos de los productos –líquidos en este caso– más relevantes para la cultura mediterránea: el aceite de oliva y el vino.

No es de extrañar, por tanto, que todas las lenguas romances tradicionalmente hayan empleado ambos –juntos, en contraste o por separado– para mostrar su peculiar visión del mundo, a través de imágenes o apreciaciones construidas sobre sus características sensoriales, los efectos físicos y anímicos que produce su consumo o las circunstancias y contextos de la vida, privados o públicos, en los que suelen estar presentes.

Dos productos clave en la cultura mediterránea

El aceite y el vino son consumidos y han estado relacionados desde antiguo en España. La existencia de olivos en Europa se remonta al menos doce milenios atrás y el cultivo específico de la variedad de olivo Olea europea cuenta con seis mil años en la ribera mediterránea.

El vino, por su parte, es un signo identitario de los países sureños frente a las culturas europeas septentrionales, como las célticas, más aficionadas (no solo en el pasado) al consumo de cerveza. A este respecto, hay datos bastante reveladores: no hay ni una sola referencia a esta última en el Vocabulario de Correas, mientras que los fraseologismos relacionados con el vino rondan el medio millar.

Tanto el vino como el aceite han sido alimentos muy bien valorados y hoy son muy conocidas sus bondades desde un punto de vista nutricional y médico, en la lucha contra el cáncer o las enfermedades cardiovasculares, como indica la Fundación para la investigación del vino y la nutrición.


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