¡Inocente por fin!

Escrito por el 7 de junio de 2023

Una mujer australiana condenada por la muerte de sus cuatro hijos ha sido indultada después de 20 años de cárcel tras la revisión del caso. Kathleen Folbigg fue condenada en 2003 por cargos de asesinato de tres de sus hijos y homicidio involuntario del cuarto, pero una investigación que ha durado años, liderada por la inmunóloga española Carola García de Vinuesa, estableció una “duda razonable” en torno a las condenas. «En aras de la justicia, Kathleen Folbigg debe ser liberada de custodia lo antes posible”, ha declarado este lunes el fiscal general del Estado de Nueva Gales del Sur, Michael Daley. Dos décadas atrás, los fiscales concluyeron que la mujer había asfixiado a los niños, que tenían entre nueve semanas y tres años al morir, pero Folbigg siempre ha sostenido que las muertes se debieron a causas naturales.

En 2021, decenas de científicos de Australia y el exterior firmaron una petición pidiendo la liberación de Folbigg, al señalar que una nueva evidencia forense sugiere que las muertes inexplicadas están ligadas a raras mutaciones genéticas o anormalidades congénitas. A falta de evidencia forense firme, los fiscales alegaron que era muy raro que cuatro niños murieran repentinamente sin explicación, en edades tan tempranas y con años de diferencia.

Pero el juez retirado Tom Bathurst, quien encabezó la nueva investigación, señaló que se encontraron condiciones médicas que podrían explicar tres de las muertes. Dos niñas tienen una rara mutación genética, mientras que un niño presentaba una “condición neurogénica subyacente”. Dados estos factores, Bathurst determinó que la muerte del cuarto niño tampoco resultaba sospechosa.

El caso de la peor asesina en serie de Australia se convierte de esta forma en el mayor error judicial de su historia reciente. En los 20 años que pasaron desde el encarcelamiento de Folbigg hasta su liberación, los avances científicos han jugado a su favor, pero también el empeño de la inmunóloga española Carola García de Vinuesa, que ha liderado la investigación científica del caso desde 2018 para conseguir dar un vuelco a la investigación judicial.

No había pruebas en contra de la señora Folbigg más allá de algunas frases ambiguas de sus diarios, que sacadas de contexto fueron usadas como una asunción de culpas. La acusación apuntaló estas frases con lo extraordinario del caso. “Nunca ha habido, en la historia de la medicina, un caso como este”, dijo el fiscal en su alegato final.

El tesón de una científica

Vinuesa había visto, a lo largo de su carrera, varios casos como este. Cuatro muertes súbitas de lactantes pueden resultar extraordinarias, pero lo son menos si son de cuatro hermanos que pueden compartir fallos genéticos. Esta científica española, afincada entonces en Australia, llevaba tiempo estudiando este tipo de casos. Así que accedió a revisar la condena a Folbigg

Lo primero que notó fue que esta se dictó en los primeros años del siglo XXI, cuando los postulados del pediatra británico Roy Meadow tenían resonancia en los casos de muerte infantil. Meadow resumió su idea en una máxima pegadiza: “Una muerte súbita es una tragedia, dos son sospechosas y tres son asesinato hasta que se demuestre lo contrario”. Es lo que se vino a conocer como ley de Meadow, una máxima que se usó en varios juicios de infanticidio hasta que la ciencia vino a desmontarla. Tres mujeres fueron liberadas cuando se desestimó esta teoría y se investigó a fondo las causas genéticas de los casos. Cuando se sustituyeron los prejuicios por ciencia. El de Folbigg podría sumarse a esta triste lista.

El equipo de Vinuesa buscó mutaciones genéticas en los hijos de la acusada. La encontró en las dos niñas, una mutación en los genes CALM2 considerada probablemente patógena. “Como prueba, creo que este hallazgo estaría al mismo nivel que tener una confesión o un testigo ocular de un crimen” explicaba a EL PAÍS el genetista Todor Arsov, del equipo de Vinuesa. El prestigioso cardiólogo Peter Schwartz, del Instituto Auxológico de Milán, abundaba en esta idea: “No puedo asegurar que la madre sea inocente”, reconocía a EL PAÍS. “Pero si muere un niño con una mutación genética como esta, lo lógico es pensar en causas naturales. Es como si tienes un muerto con un disparo en la cabeza. Puede que haya fallecido de un ataque al corazón y que después alguien le haya disparado. Pero lo normal es pensar que ha muerto en un tiroteo”, explicaba.

Desde que los científicos empezaran a plantear dudas sobre el caso, se han llevado a cabo dos investigaciones oficiales. La primera, en 2018, concluyó que no había dudas razonables sobre la culpabilidad de Folbigg. La segunda, que concluye ahora, comenzó el año pasado, después de que más de 90 científicos internacionales, incluidos dos premios Nobel, pidieran su liberación inmediata. Además de examinar la investigación genética, este proceso ha desmontado las anotaciones del diario de Folbigg por entender que no contenían una clara admisión de culpabilidad.


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