Consumismo contaminante

Escrito por el 28 de noviembre de 2023

¿Tienes la sensación que los productos que compras tienen un tiempo de vida demasiado corto? Es que seguramente eres víctima de obsolescencia programada. Se trata de la reducción deliberada de la vida útil de un producto para acelerar su recompra. Francia fue el primer país del mundo en prohibir esta práctica en 2015, y la organización que cofundé, Stop a la Obsolescencia Programada (HOP, en francés), tuvo un papel clave en ello.

La electrónica es la fuente de residuos que más rápido crece en el mundo. Para responder a los retos del cambio climático y preservar los recursos es imprescindible acabar con la obsolescencia y reconocer que puede adoptar varias formas. Algunos productos salen de fábrica con componentes esenciales e inamovibles programados para tener una vida limitada. Es muy común también que un bien se vuelva obsoleto simplemente porque las piezas de repuesto se hacen inaccesibles o se retiran del mercado (por ejemplo, ya no se vende el vaso de la cafetera). A eso, le llamamos obsolescencia técnica.

Pero también existe la obsolescencia estética o cultural,que es de las más perniciosas por ser impulsada principalmente por la publicidad y el márquetin que comercializa en poco tiempo nuevos productos animando a la gente a renovarlos incluso antes de que fallen (por ejemplo porque quieren el último modelo de smartphone o ropa más de moda). La obsolescencia del software también es muy dañina y afecta sobre todo a los teléfonos inteligentes o los ordenadores, pero gana fuerza con la proliferación de objetos conectados. Abarca varias técnicas: la limitación de la duración de la asistencia técnica en relación con la duración real del uso; o la incompatibilidad de formato entre la versión antigua y la nueva de los programas informáticos.

Es para denunciar esas prácticas y para que se aplique la nueva ley francesa por lo que cofundé la asociación HOP. Apoyada por una comunidad de más de 60.000 personas, influimos en los responsables políticos y los fabricantes para ir hacia productos más sostenibles y reparables en Francia y en toda Europa. Por ejemplo, ganamos una demanda contra Apple en 2019 donde fueron multados con 25 millones de euros por no informar a los consumidores que la actualización del sistema operativo de su iPhone lo ralentizaría. Desde el 2017, trabajamos duro en otra demanda contra Epson por acortar deliberadamente la vida útil de sus productos, por ejemplo, mostrando como vacíos sus cartuchos cuando todavía contienen entre un 20% y un 40% de tinta. La denuncia contra Epson sigue pendiente.

También abogamos por leyes ambiciosas sobre la reparabilidad y la ampliación de la vida útil de los productos a nivel Europeo. Pero más allá del ámbito jurídico, entendemos que muchas empresas quieren mejorar sus prácticas. Es por eso HOP ha puesto en marcha su Instituto de Durabilidad, un centro de formación para adquirir competencias en materia de prolongación de la vida útil de los productos y economía circular.

Somos muy conscientes también de que no son solo las grandes empresas las que tienen que cambiar. Nosotros, los consumidores también. Lanzamos la web Productos Sostenibles, que pretende ser el sitio de referencia para orientar la decisión de compra de productos sostenibles y reparables. Sensibilizamos al público organizando conferencias por toda Francia, y dirigimos el Club de la Durabilidad, una red de empresas voluntarias y comprometidas que comparten sus buenas prácticas en materia de sostenibilidad y reparabilidad.

La obsolescencia programada no es una fatalidad. Combatirla e impulsar nuevas alternativas es esencial si queremos construir una sociedad más sostenible y justa. Juntos estamos consiguiendo grandes cambios que antes parecían inimaginables. Gracias a la asociación HOP, Francia ha empezado a actuar con, por ejemplo, un índice obligatorio de reparabilidad, y un fondo nacional para bajar el precio de la reparación de diversos dispositivos electrónicos.

La Unión Europea se ha comprometido a imponer un índice de reparabilidad. España también puede hacer mucho para alargar la vida útil de los productos.  Cada uno de nosotros podemos cambiar nuestros hábitos de consumo y pedir a los políticos que legislen para proteger nuestro planeta.


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