El problema del mal
Todos estos interrogantes tocantes al sufrimiento humano conllevan a otro mayor: si Dios es todo amor, bondad y además omnipotente, ¿cómo puede él permitir que sus criaturas sufran? Este dilema ha llevado a muchos a poner en duda la existencia de Dios. Tal vez esta actitud se justifica especialmente cuando alguien está viviendo fuertes sufrimientos, y la pregunta que le surge es, "Dios, ¿por qué?”. La tendencia general en estas cosas es blasfemar el nombre de Dios y poner sobre él la responsabilidad por el mal y el sufrimiento.
El problema del mal confunde a muchos filósofos y teólogos. En la antigua Grecia, Epicuro lo planteó de la siguiente manera: o Dios quiere quitar los males, y es incapaz; o él es capaz, y no quiere; o él ni quiere ni es capaz; o él quiere, y es capaz. Si él quiere y es incapaz, él es débil, lo que no concuerda con el carácter de Dios; si él es capaz y no quiere, él es malvado, lo que también está en desacuerdo con Dios; si él ni quiere ni es capaz, él es tanto malo como débil, y por tanto, no es Dios; si él quiere y es capaz, lo que es idóneo sólo de Dios, ¿de dónde, pues, se originan los males? y, ¿por qué él no los elimina?! Siguiendo a Epicuro, el problema del mal ha sido usado para argumentar en contra de la existencia de un Dios amoroso y bueno.
El punto de vista cristiano es que Dios es bueno y omnipotente, pero permite que el mal exista temporalmente en el mundo. Es una paradoja que se entiende a la luz de los objetivos divinos en la eternidad. Veamos la explicación bíblica del problema.