¿Mercaderes del templo?

Escrito por el 30 de octubre de 2023

Habituados como estamos a la exégesis histórico-gramatical de la Biblia, nos puede sorprender y, hasta cierto punto molestar/escandalizar, la hermenéutica practicada por los Padres de la Iglesia, que es abiertamente espiritual y alegórica en muchos casos, especialmente en lo que respecta a la lectura e interpretación del Antiguo Testamento, y que según nuestros criterios modernos parece en muchos casos sacada fuera de contexto. Desde nuestro actual punto de vista, el método de los Padres presenta ciertos límites que no se pueden negar. Ellos no conocían ni podían conocer los recursos de orden filológico, histórico, arqueológico, ni temáticas de investigación, de documentación que están a disposición de la exégesis moderna, y por lo tanto, una parte de su trabajo exegético puede considerarse caduco.

Sin embargo, y a pesar de estas descalificaciones, un gran número de eruditos coincide en afirmar que los méritos de los Padres para una mejor comprensión de la Biblia son incalculables y superan con mucho los inconvenientes. Los Padres permanecen para nosotros como verdaderos maestros gracias a «una especie de suave intuición de las cosas celestiales, y a una admirable penetración del espíritu, gracias a las cuales van más adelante en la profundidad de la palabra divina».

Lo primero que debemos tener en cuenta es que los Padres leían la Escritura en referencia a Cristo. Este es el criterio fundamental y esencial de su hermenéutica. En la lectura de la Biblia, los Padres no hacen más que proseguir la línea iniciada por Jesús y por los apóstoles, de modo que el rechazo radical de la exégesis de los Padres significaría un rechazo de la exégesis de Jesús mismo y de los apóstoles. Todos ellos comparten una y la misma convicción: «Toda la Sagrada Escritura es un solo libro y este libro es Jesucristo», por tanto, Cristo se encuentra en el centro de toda la Sagrada Escritura, desde el Génesis hasta el Apocalipsis.

Este principio cristocéntrico no está reñido con una exégesis que sea a la vez crítica, filológica, respetuosa de los modernos métodos filológicos e históricos, pero exige que esa exégesis también esté abierta a la profundidad del texto que va más allá de la letra, tal y como como desarrollaron los Padres de la Iglesia, con excesos, a veces, pero con indudables aciertos. 

No existe para el exégeta cristiano otro camino que este que sea fiel a la enseñanza apostólica tal como se registra en el Nuevo Testamento: «Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí… No penséis que yo voy a acusaros delante del Padre; hay quien os acusa, Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza. Porque si creyeseis a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él. Pero si no creéis a sus escritos, ¿cómo creeréis a mis palabras?» (Jn 5:39, 45-47). Lo mismo viene a decir Lucas, cuando el Jesús resucitado se acerca a dos discípulos en el camino a Emaús, afligidos por lo que acaba de ocurrir en Jerusalén, y les reprende con estas palabras: «¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria? Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de Él decían» (Lc 24:25-27). 

Desde esta perspectiva se puede decir que el mismo Cristo que es la «luz del mundo», lo es también de las Escrituras. «El esplendor de la venida de Cristo ilumina la ley de Moisés con el resplandor de la verdad; quitado el velo que cubría su letra, pone al descubierto ante todos los creyentes los bienes que permanecían ocultos» (Orígenes, De principiis). Desde el primer día los apóstoles anuncian el Evangelio recurriendo a las Escrituras para mostrar a sus conciudadanos que todo lo que ellos predican es «conforme a las Escrituras», pues «los profetas que profetizaron de la gracia destinada a vosotros, inquirieron y diligentemente indagaron acerca de esta salvación, escudriñando qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos. A estos se les reveló que no para sí mismos, sino para nosotros, administraban las cosas que ahora os son anunciadas por los que os han predicado el evangelio por el Espíritu Santo enviado del cielo; cosas en las cuales anhelan mirar los ángeles» (1 Pe 1:10-12).

A esta enseñanza apostólica se atuvieron los Padres de la Iglesia, y la pusieron en práctica en su lectura e interpretación del Antiguo Testamento. «El Antiguo Testamento está lleno de profecías acerca del Señor», dice Teodoreto de Ciro. Y no solo de profecías, sino de imágenes, figuras y tipos de Cristo. Esto explica el interés de los Padres de la Iglesia por ver a Cristo en todos y cada uno de los libros del Antiguo Testamento, realizando una lectura espiritual o alegórica, a veces extrema, pero siempre dentro de los límites del testimonio de Cristo, del principio de que Cristo está presente en ella, como sombra y prefiguración de su realidad histórica y salvífica. La exégesis de los Padres, nos recuerda que la Escritura, según la percepción apostólica de la misma, tiene otras dimensiones que van más allá de la pura letra, de modo que, obligados como estamos a estudiar y ejercitar la exégesis histórico-crítica conforme a las herramientas que han puesto a nuestra disposición las ciencias bíblicas, una vez realizada esta tarea, y mientras la hacemos, no olvidemos la dimensión complementaria de su sentido espiritual, teológico, que tiene a Cristo por referente. Quedarnos en el nivel filológico o histórico sería un grave perjuicio para la fe y la comprensión más plena de la misma Escritura cuyo mensaje se pretende comprender.

Adquirir la inteligencia o comprensión más auténtica de la Escritura es propiamente el objetivo de la exégesis bíblica; debe buscar penetrar siempre mejor en el sentido de los textos, sentido que está y permanece presente en los textos, pero parcialmente oculto, implícito, por lo que se debe buscar también más allá de las formulaciones explícitas. «No basta estudiar, como suele decirse, «el texto como texto».

Interpretar quiere decir trascender los límites de las expresiones, explicitar lo implícito, revelar la vida profunda de los textos» (Ignace de la Potterie). Los Padres pueden enseñar a los exegetas modernos, y al cristiano en general, un acercamiento verdaderamente teológico a la Sagrada Escritura, como también una interpretación que se atiene constantemente al criterio del testimonio de Cristo, que es «la inteligencia interna»; el «sentido interior» del texto bíblico (Gregorio Magno).

Con motivo del Mes de la Biblia, anunciamos el lanzamiento de la «Biblia de Estudio Patrística»: Una travesía por la historia y sabiduría de los Padres de la Iglesia.

En su centenario de servicio, Editorial CLIE presenta al mundo cristiano una obra única en nuestro idioma: la «Biblia de Estudio Patrística». Esta magistral creación tiene como propósito revivir y acercar al lector contemporáneo a las fuentes del cristianismo, brindando un mejor entendimiento de la sabiduría de la iglesia antigua.

Recorrer las páginas de esta Biblia equivale a realizar un peregrinaje ad fontes, sumergiéndose en siglos pasados para absorber las fuentes intelectuales y espirituales que cimentaron la historia del cristianismo.

La Reforma, representada por figuras icónicas como Lutero y Calvino, nunca se desligó de las enseñanzas patrísticas. Por lo que consideramos imperativo enlazar la historia de nuestra tradición con aquellos pilares que originaron nuestra fe. En este contexto, la «Biblia de Estudio Patrística» se posiciona como un recurso indispensable para conectar al cristianismo evangélico en la riqueza de la interpretación patrística. Tal y como enfatiza el Dr. Alfonso Ropero, los méritos de la exégesis alegórica «son incalculables». Los Padres de la Iglesia, ante desafíos filosóficos y en defensa de las Escrituras, proporcionaron interpretaciones que, a pesar de su naturaleza alegórica, desvelan hondas verdades teológicas y espirituales. Esta habilidad para responder a los interrogantes de su tiempo con profunda espiritualidad sigue siendo una fuente de inspiración para el pueblo cristiano en la actualidad.

La «Biblia de Estudio Patrística» presenta decenas de miles de notas, organizadas de manera que los lectores puedan identificar y seleccionar los comentarios más pertinentes para su estudio. Aunque prioriza los escritos patrísticos, en ocasiones puntuales hemos añadido notas de autores contemporáneos para enriquecer la comprensión. Adicionalmente, cuenta con Notas y Artículos especiales que van desde conceptos teológicos hasta biografías de los Padres.

En CLIE, nuestra misión ha sido siempre “Aprender, educar e inspirar”. Con la introducción de esta nueva Biblia, anhelamos que los lectores desvelen los conceptos esenciales del pensamiento patrístico y se empapen de la riqueza espiritual de sus textos.

Este monumental esfuerzo de CLIE en su año centenario aspira a beneficiar a la comunidad cristiana, reconectándola con las genuinas raíces de su fe. En palabras del equipo editorial: «A él sea la gloria por los siglos. Amén.» (Ro. 11:36).

Será posible adquirirla desde el 6 de Noviembre en las librerías cristianas amigas o en las diferentes plataformas digitales.

Puede ver más información descargando una muestra gratuita.


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